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nayagua

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entidad ajena al creador (“Y si existe el poema, no fue escrito por nadie”). Aunque<br />

la poética de Padorno, exhibida una y otra vez en este libro, parece más cercana al<br />

hondo mundo juanramoniano de metafísica visionaria (la poesía, para el canario,<br />

estaría “seguramente / En el exacto / Sinlugar del adentro / Del lugar soleado, /<br />

Donde no existen cosas / Sino sentidos / Del nombre de las cosas”) y a aquellas<br />

superposiciones espacio-temporales que a partir de cierta época segregan en Juan<br />

Ramón Jiménez una particular experiencia del presente, configurado a la vez por<br />

el pasado y el “por vivir” y que llenó de deslocalizaciones y fusiones sus últimos<br />

libros, en especial Espacio. También en Donde nada es todo lo asible aparece una<br />

mental manipulación del tiempo que funde recuerdos y previsiones en un coma<br />

temporal fulgurante y visionario, como ocurre en el extraordinario poema “En<br />

esta luz de un mediodía futuro”, que comienza así: “Bajo las lonas, / La agitación<br />

de las conversaciones, brillos de vasos y botellas, / El relumbre de alguna sortija<br />

/ Aún no empeñada” para terminar evocando “Esqueletos que hablan / En esta<br />

luz de un mediodía futuro”.<br />

Es justamente esta revaloración de lo vivido lo que sirve de pretexto para<br />

uno de los más significativos poemas del libro, “La proyección en la velada”;<br />

precisamente la falta de signos verbales en una vieja filmación del propio poeta<br />

con amigos de entonces le sirve a Eugenio Padorno para encontrar similitudes<br />

con aspectos angulares que afectan a su escritura (la condición insular, el exilio<br />

de quien elige quedarse, el mar…). Aún más, es ese estado anémico e inaceptable<br />

de la película con “veladuras, fotogramas vacíos, rayas, equis de grueso trazo”<br />

lo que Eugenio Padorno propone como imagen de un lenguaje suficiente en<br />

su precariedad que pueda equipararse al único posible en el poema, conforme él<br />

lo entiende. Un lenguaje, pues, de libertad y naturalidad que en su caso, sin embargo,<br />

ha podido dar en desecación (“la playa es ya irreconocible última playa,<br />

/ El temible pantano de una abstracción sin transparencia”) y llegar a confundir<br />

al propio poeta sobre qué sea, al cabo, lo poético, ya falseado (“Al gineceo de la<br />

flor del balaustre llega la arena ardiente que el óvulo confunde con el polen”).<br />

Aceptar esa alquimia pero querer escapar de ella —haciendo de ello la materia<br />

de su escritura— para no dejar reducido el poema a “circunloquios / Del exceso<br />

indecible” es lo que constituye el fundamento último de este libro, que vuelve a<br />

exponer la coherencia inusual que advertíamos al principio de este texto: la del<br />

que sabe que ha de seguir cambiando el paso en el desfile para que no se resienta<br />

su discurso, empastado en una corpulencia y densidad casi inencontrables en<br />

el revuelto poético que desborda el panorama de las publicaciones. Frente a ese<br />

exceso, Donde nada es todo lo asible se yergue como un crudo discurso meditado<br />

sobre el destino del poema en manos de quien no ha querido escapar de una<br />

identidad que le ha llevado hasta este límite, el límite de una escritura revisada<br />

sin miedo, con amor y resignación en “el delicado espacio de un aquí que<br />

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