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De niña lo soñaba. / Haz algo para que me nombre, / para que nos nombre, / para que<br />
alguien conozca lo que pasa”.<br />
En los mapas deshabitados, se cartografía los ritos del amor como han hecho los poetas,<br />
sobre todo los más queridos a María, como Cernuda: la espera, el deseo, el espacio imposible,<br />
el agua-lágrima, el silencio pensaroso, y el apoyo de la palabra para caer en el olvido,<br />
que da fortaleza a pesar de la desolación. Amor-proceso, con su narrativa íntima, como el<br />
cancionero de Petrarca, como la poesía de Garcilaso, avanzando en temperatura sentimental<br />
y poética, sin pasos atrás, con nuevas perspectivas, sin caer en los mapas ya trazados, sino<br />
de verdad explorando sentidos nuevos, ajustando las palabras al sentir o depurando las palabras<br />
para conocer mejor ese sentir, la palabra que halla pero también la palabra que revela:<br />
“Digo que es urgente saber oír lo que no se dice, /decir lo que de otro modo no podrá adivinarse.<br />
/Usar la palabra para ser lo que importa menos / o nombrar, a riesgo de vivir”. Nombrar,<br />
a riesgo de vivir; de pecho, frente al mar o con los ojos abiertos, en la profunda noche.<br />
En los mapas deshabitados, María, la voz poética, la voz en carne viva, menciona la casa,<br />
que será el espacio poético de los mapas habitados, a los que uno siempre puede volver: los<br />
padres, la infancia, la memoria; es verdad que explorar, hacer camino, orientarse sin mapa,<br />
es un signo de valentía, pero es también un abandono de la casa: “Pero olvidé la casa y ya<br />
no fui valiente nunca más”. Sin embargo, el dolor, “última forma de amar” (Pedro Salinas),<br />
la lleva a la casa, a los padres, “Este amor no tiene olvido”, a los hermanos, “hemos vuelto a<br />
ser pequeños, / cinco pijamas pasan de una a otro/ en el perder sagrado de colores y dibujos”,<br />
a la salvación, “cuando llegue la noche y me visite el miedo / recorreré el pasillo con<br />
los ojos cerrados / hasta la cama de papá y mamá / y entre los dos me salvaré del mundo”.<br />
La casa da sentido a un amor en calma, quizá es posible la belleza, “hay en la permanencia<br />
/ una belleza fuera de la aventura, / que deseo”, pero el desorden insiste en abrir ventanas,<br />
permite ráfagas y advierte de la primavera, “El mundo me parece un lugar triste / a punto<br />
de llegar la primavera”.<br />
Agotados los mapas, las exploraciones, queda el hombre en busca de sentido, la mujer<br />
que ha dado amor, entera, vulnerable quizá pero tan frágilmente humana (“Me gusta prolongar<br />
los ojos sobre lo que me hace sentir pequeña: / el mar, una montaña, el cuerpo de<br />
mis padres…”), que se hace necesario remontar el atlas; no hay complacencia en el dolor,<br />
en el desamor, hay necesidad de ser, de existir, “No siempre me di entera. Entera vuelvo. /<br />
Soy esta. Sin ofrendas”, hay conocimiento, “En este perder peso nos quedamos sin carne, /<br />
en hueso puro. / Entonces ya no vale / rodearse de gente que no nos quiere…”, hay sabiduría,<br />
“Con mis años, quien duda es que no ama”. Y, sin embargo, al final no se impone la<br />
narración del proceso íntimo, al final una imagen poética abre nuevos sentidos: una mujer,<br />
en la azotea, tendiendo las sábanas al sol y al viento, “sábana desplegada al sol, quiero tu<br />
alma”, el lector llega a la azotea con la retina, el pensar y el sentir tan colmados, que se deja<br />
ir con los tres elementos: “La esencia se evapora como el agua, / en danza con el viento y<br />
con la luz”.<br />
El verso de María Prado Mas, como el de Machado, “brota de manantial sereno”, no<br />
hay alarde, no hay ruido ni sonsón, hay un verso seguro, sabio en sus adentros, que solo<br />
se arriesga a ser sencillo, la sencillez compleja de los grandes, con imágenes redondas que<br />
permanecen en la memoria y aletean de sentido (“Te siento, en la noche, callado como una<br />
montaña, sin dejar de mirarme”), de reflexión iluminada (“Vivir es ir pesando menos”), de<br />
gracia (“Hubo una vez un río, / palabra a palabra / de mis ojos a los tuyos, / de tu nombre<br />
a mi nombre”), de sabor surreal ( “Pero acercando los ojos / vería hileras de palabras trazando,<br />
/ como hormigas, / el camino del amor hasta el olvido”), de dolor consciente (“No me<br />
busques. / Habitamos mapas distintos / y no podremos reunirnos. / Tanto estirar los dedos<br />
para tocar al otro / y tú para siempre en otra página”).<br />
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