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para sus propios hijos con amores compartidos

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Nelson Zicavo<br />

El imaginario social e individual parece no dar cabida a otras<br />

formas de familias, y allí es donde comienza la amenaza, en <strong>con</strong>cebir que<br />

puedan existir otras formas de familias diferentes e igualmente válidas y<br />

necesarias <strong>para</strong> las sociedades latinoamericanas. Las extendidas, las ensambladas,<br />

las re<strong>con</strong>stituidas, aquellas en la que los <strong>hijos</strong> están ausentes<br />

y por supuesto las monoparentales femeninas o masculinas. Es aquí donde<br />

decidimos poner nuestra lupa acuciosa <strong>con</strong> el fin de develar un sin fin de<br />

situaciones generadoras de desigualdad e injusticia esta vez en <strong>con</strong>tra de los<br />

<strong>hijos</strong> y –aunque a la sociedad no le agrade develarlo– <strong>con</strong>tra los padres varones,<br />

una forma de violencia intrafamiliar. De manera paulatina entonces<br />

nos fuimos acercando y asistiendo a una nueva realidad social: las madres<br />

solas; los <strong>hijos</strong> sin padre; y los Padres a los que se les impide serlo.<br />

Nos comenzamos a percatar que lo nuevo es también que existen<br />

madres (por suerte no muchas) que buscan un hijo como si fuera una prueba<br />

más de su independencia y lo dejan sin padre a priori, ex profeso, respaldadas<br />

tras el estandarte hembrista de que <strong>para</strong> ser y florecer no necesitan<br />

de nadie más que a sí mismas. Están <strong>con</strong>vencidas que a un hijo lo pueden<br />

“tener” y criar solas pues la biología am<strong>para</strong>, como si la sola presencia del<br />

soma atribuyera virtud y garantía de crecimiento armónico a la descendencia,<br />

excluyendo, padrectomizando al otro desde antes incluso de la <strong>con</strong>cepción<br />

misma, decidiendo por ambos cual si fuera una sola unidad corporal.<br />

Se instala entonces el <strong>con</strong>flicto y posiblemente el litigio.<br />

115<br />

Por otra parte crece la formación de parejas sin propósitos claros<br />

o donde el objetivo es la independencia de la casa de los padres <strong>con</strong> la ilusión<br />

de un futuro mejor, donde la posibilidad de la crianza de <strong>sus</strong> <strong>propios</strong><br />

<strong>hijos</strong> permite el sueño de la <strong>con</strong>strucción del propio destino <strong>con</strong> identidad<br />

distintiva y donde de inicio no tiene cabida la idea de la se<strong>para</strong>ción, no se<br />

encuentra dentro de su plan y sin embargo es una amenaza siempre real.<br />

Casi nadie en la unión cree posible y real su opuesto. Tal vez por esa razón<br />

también observamos que es posible el divorcio sin que haya se<strong>para</strong>dos.<br />

Divorciados sin se<strong>para</strong>rse<br />

Cuando alguien se divorcia sin se<strong>para</strong>rse es muy claro <strong>para</strong> los que<br />

lo rodean, sobre todo <strong>para</strong> <strong>sus</strong> <strong>hijos</strong>. Todos se percatan que la pareja que permanece<br />

viviendo bajo el mismo techo supuestamente <strong>para</strong> no hacer daño a<br />

los niños… ha decidido <strong>con</strong>scientemente aguantar aún sin soportarse, <strong>con</strong>-

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