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para sus propios hijos con amores compartidos

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Jorge L. Ferrari<br />

<strong>con</strong>cepto. Y cómo <strong>para</strong> no olvidarnos del <strong>con</strong>cepto voy a recordar esa humorada<br />

que decía: “no me importa que me digas puta, me molesta el tonito<br />

<strong>con</strong> que me lo decís”.<br />

Es muy posible que la nalgada o el chirlo en la mano al niño no le<br />

duelan. Pero lo que le molesta es “el tono” <strong>con</strong> que se lo hacen: la cara de<br />

enojado, el grito, el reto. El niño/a, que es mucho más perceptivo que los<br />

adultos, capta sin lugar a equivocaciones que esa nalgadita se la están dando<br />

como castigo. Que están enojados <strong>con</strong> él, que lo están regañando (que<br />

no lo quieran más). Por eso llora, aunque no le duela físicamente: le duele,<br />

lo hiere emocionalmente. Y ellos, son pura emoción, por eso aparecen tan<br />

devastados por algo que a nosotros nos parece nada: “si apenas lo toqué”.<br />

A mis <strong>hijos</strong> nunca les pegué en castigo. Pero jugando nos hemos<br />

dado unas buenos golpes, y han sido partes del juego. Solo nos han provocado<br />

risas, más allá de que algunos dolían de verdad. Entonces no es una<br />

cuestión de sufrimiento o dolor, lo que daña es la intención de dañar, lo que<br />

a<strong>sus</strong>ta no es el golpe sino el enojo, el distanciamiento afectivo y como esto<br />

lo retrotrae al fantasma de la desaparición del cariño de <strong>sus</strong> Padres. No lo<br />

a<strong>sus</strong>ta el golpe lo a<strong>sus</strong>ta que no lo quieran más, que lo dejen en el mundo<br />

solo (Ferrari, 1999).<br />

Este es el tema <strong>con</strong> los golpes, los cachetones y las palizas, no<br />

suele ser una cuestión de daño físico, es el dolor emocional que causamos.<br />

Aún en los casos de fuertes palizas siempre es peor el daño afectivo que lo<br />

que le puedan hacer al cuerpo, a excepción obviamente de cuando la paliza<br />

causa la muerte o daños severos. Pero aún si hablemos de un niño que es<br />

recibido en un hospital por heridas diversas propinadas por <strong>sus</strong> Padres, estamos<br />

seguros que psíquicamente está mucho más dañado que su cuerpo. Tal<br />

es así, que unos días después, va a salir del hospital <strong>con</strong> <strong>sus</strong> heridas curadas,<br />

<strong>sus</strong> moretones desapareciendo, pero el daño mental estará intacto (disculpen<br />

que acá utilice afectivo, psíquico, emocional o mental como sinónimos,<br />

es <strong>para</strong> no repetir tanto los mismo términos; soy pedagogo, no psicólogo),<br />

porque además como ya hemos dicho seguro que ese niño viene siendo<br />

maltratado mucho antes de esa paliza.<br />

Cuando el niño o adolescente tiene un comportamiento que no está<br />

de acuerdo a lo que se espera de él, se le castiga. Pocas veces nos detenemos<br />

a pensar en el porqué de ese comportamiento. No indagamos, reprimimos y<br />

esperamos que se adapte a nuestro mundo, a nuestras necesidades, sin tener<br />

en cuenta <strong>sus</strong> peculiaridades, <strong>sus</strong> tiempos, <strong>sus</strong> necesidades, <strong>sus</strong> sentimientos.<br />

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