para sus propios hijos con amores compartidos
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Jorge L. Ferrari<br />
“porque yo lo digo”. Aquí vuelve a rondar el tema de la voluntad, ¿cuál es<br />
nuestro objetivo como Padres, reforzar su voluntad o quebrarla? Cuando<br />
decimos reforzar, nos referimos a que la tenga, que no sea una voluntad<br />
inercial: de estar haciendo nada todo el día. Que se proponga cosas, elija<br />
entre distintas opciones, quiera superarse. Que su voluntad sea algo que<br />
trabaje a su favor y no en su <strong>con</strong>tra.<br />
Algunos quieren que desde bebé aprenda a obedecer, como en el<br />
ejército que hay toda una cantidad de actividades que solo apuntan a enseñar<br />
a obedecer desde el primer día. Todo está pensado <strong>para</strong> que lo hagan<br />
automáticamente (sin pensarlo) de manera ciega (sin medir las <strong>con</strong>secuencias)<br />
y <strong>con</strong> rapidez. Al niño le sacan un objeto inofensivo <strong>con</strong> el que está<br />
jugando, <strong>para</strong> que vaya sabiendo quién manda, quién tiene el poder de dar<br />
y quitar, <strong>para</strong> irlo sojuzgando (sujetar, dominar, mandar <strong>con</strong> violencia, someter).<br />
El sentido de que nos obedezca no es ni sojuzgarlo, ni satisfacer<br />
nuestras ansias frustradas de mando. Nos debe obedecer <strong>para</strong> hacernos caso<br />
en lo que es mejor <strong>para</strong> él, <strong>para</strong> su salud, su alimentación y el desarrollo de<br />
<strong>sus</strong> potencialidades. (Ferrari, 2013)<br />
Rebeldes ¿sin causa?<br />
159<br />
Hay niños que cuando llegan a la adolescencia o cuando pueden<br />
hacer lo que quieren, ese “hacer” es siempre <strong>con</strong>tario a los deseos de los<br />
padres. Han estado siete, catorce o dieciocho años obedeciendo ciegamente<br />
a su Padres, haciendo siempre lo que ellos le decían, siempre basculados en<br />
caminos que no querían o no le interesaban; entonces, apenas pueden, hacen<br />
lo que a ellos se les ocurre y eso suele ser en sentido <strong>con</strong>trario a los deseos<br />
de <strong>sus</strong> progenitores. Tomar a mal, cualquier <strong>con</strong>sejo o deseo de los padres,<br />
es una reacción lógica a tantos años, “a toda una vida”, de sometimiento.<br />
No creamos que esto ocurre recién cuando sale de la adolescencia sino que<br />
ya antes “nos toman el tiempo” y saben qué decirnos <strong>para</strong> eludir nuestra<br />
voluntad y hacer prevalecer la propia: “no papá no puedo ir <strong>con</strong> vos, tengo<br />
mucho <strong>para</strong> estudiar”, “no voy a ir a casa ahora porque tenemos que hacer<br />
un trabajo <strong>para</strong> el colegio”, etc.<br />
Los Padres deben saber que en algún momento su hijo le podrá decir<br />
(o pensar): “y si no hago caso qué”. Que lo enfrente y le diga: “¿Me vas<br />
a pegar, ya tus golpes no me duelen?” “Chau, me voy a lo de la abuela”,<br />
a lo de la tía, a lo de un amigo o desaparece. Sienten que el poder paterno<br />
o materno, que <strong>con</strong>sideraban omnímodo, se esfuma como una pompa de