para sus propios hijos con amores compartidos
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Familia, subjetividad, divorcio y disfuncionalidades<br />
si la implicada fuera ella misma. De inmediato iba al colegio a tratar de<br />
argumentar una situación. El niño estaba acostumbrado a que la madre estuviera<br />
casi todos los días en el colegio, a veces <strong>para</strong> justificarlo y “cuidarlo”<br />
de las amenazas externas, otras <strong>para</strong> hablar <strong>con</strong> la maestra, la directora, la<br />
madre delegada del grado, o quien fuera <strong>para</strong> justificar al hijo. “Lo que pasa<br />
es que él es muy nervioso…”, “fulanito siempre luego le hincha”. Todo esto<br />
reforzaba el ya bajo nivel de tolerancia a la frustración que tenía el niño.<br />
Matías fue haciendo proceso en terapia como también <strong>sus</strong> padres,<br />
<strong>para</strong> que este primero pudiera diferenciarse de su madre y <strong>para</strong> relacionarse<br />
<strong>con</strong> un papá más <strong>con</strong>ectado <strong>con</strong> <strong>sus</strong> cosas. El niño se sentía culpable, porque<br />
en las tensiones relacionales <strong>con</strong> el padre, (simbólicamente por el amor de<br />
la madre), casi siempre el niño “ganaba” la aprobación de la madre, lo que<br />
representa el amor de esta. Actuaba estas angustias no solo agrediendo a<br />
los compañeros, sino también a sí mismo, comenzó a autoagredirse en las<br />
sesiones terapéuticas, “me encanta el dolor”, “soy muy malo” decía.<br />
26<br />
En la escuela pasó al primer grado y comenzó a tener problemas en<br />
la lectoescritura, siendo un niño <strong>con</strong> un potencial cognitivo muy bueno. Sus<br />
respuestas a las demandas socio afectivas y académicas de la escuela eran<br />
inapropiadas la mayor parte del tiempo. Es importante resaltar que si bien<br />
la escuela acompañó el trabajo terapéutico, al poco tiempo de iniciado este,<br />
<strong>con</strong>dicionó la matriculación del niño al primer grado, a la realización de una<br />
evaluación neurológica <strong>con</strong> la recomendación de incluir alguna medicación<br />
“que lo tranquilice” en la escuela.<br />
Esto nos lleva a pensar en lo que se denomina la medicalización<br />
de los malestares es una postura debatida en la actualidad, sostenida por<br />
muchos pensadores y profesionales del campo de los a<strong>con</strong>teceres psíquicos<br />
y comportamentales, como una <strong>con</strong>secuencia directa de la patologización<br />
de la infancia. Se busca nombrar, etiquetar. Esto nos lleva a coincidir <strong>con</strong><br />
el planteamiento de Osorio, F. (2009), citado por Vassen, J. (2011), cuando<br />
plantea:<br />
Muchos de esos niños presentan dificultades en la <strong>con</strong>ducta<br />
y el comportamiento que, sin presentar un cuadro psicopatológico<br />
grave, como una psicosis, no logran insertarse<br />
en la actividades cotidianas de la escuela, no logran una<br />
pertenencia institucional, no pueden hacer de un grupo de<br />
pares o de amigos, no hacen lazo afectivo <strong>con</strong> <strong>sus</strong> docentes,<br />
pertenecen a grupos familiares desintegrados, les cuesta<br />
o no logran internalizar la normativa de la institución es-