para sus propios hijos con amores compartidos
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Organizaciones familiares post-divorcio benignas y malignas<br />
Configuraciones<br />
Basándonos en estas variables, <strong>con</strong> <strong>sus</strong> <strong>con</strong>secuencias y teniendo<br />
en cuenta que podemos hablar de un meta-proceso del divorcio, que puede<br />
ir más allá de las vicisitudes comunes; por <strong>sus</strong> características al cursar en<br />
escaladas, vamos a describir siete niveles: en la progresión de <strong>con</strong>figuraciones<br />
patógenas, desde el divorcio benigno.<br />
Las identificamos <strong>con</strong> las letras desde la A hasta la H y asignando,<br />
a partir del divorcio de tipo B, la escala de malignidad de I a VII. Algunas<br />
etapas pueden superponerse, sumarse, o hasta invertirse, excepcionalmente,<br />
pero en general, se dan de forma progresiva en forma bastante ordenada y<br />
previsible, aunque no necesariamente siempre todas las descriptas.<br />
Divorcio de Tipo A:<br />
58<br />
A partir de una disociación instrumental entre la función parental<br />
y la <strong>con</strong>yugal, deseable pero no fácil, los esposos se divorcian pero no los<br />
padres. Estos logran seguir manteniendo o al menos restaurar, después de<br />
la crisis aguda de los primeros dos años, una relación suficientemente respetuosa<br />
y complementaria como <strong>para</strong> <strong>con</strong>sensuar la crianza y sobretodo la<br />
educación de <strong>sus</strong> <strong>hijos</strong>, que <strong>con</strong>viven así en ambos territorios. La clave no<br />
está solo en lo positivo de la función coparental, pues entendemos también<br />
que la eficiencia de ésta es solo posible ante un proceso de deserotización<br />
total de la pareja marital. Algo similar a la sublimación, que permite desviar<br />
la energía <strong>con</strong>yugal hacia el territorio parental. Así, ésta pareja, muy pronto<br />
se <strong>con</strong>flictúa si persisten erotizaciones residuales, muchas veces “justificadas”<br />
por la bondad de una aparente “coparentalidad”, malentendida. Es<br />
harto re<strong>con</strong>ocida la posibilidad de la mutación del amor en odio, sobre todo<br />
cuando no se sostiene por el pacto <strong>con</strong>yugal.<br />
Si se alcanza una suficiente se<strong>para</strong>ción de la pareja <strong>con</strong>yugal, esta<br />
forma de divorcio benigno es compatible <strong>con</strong> una familia bi-nuclear, en<br />
nuestra opinión la <strong>con</strong>figuración familiar estructural más funcional en el<br />
post divorcio. Ella <strong>con</strong>siste en que el niño vive de manera alternada días<br />
en casa de su madre y días en casa de su padre, <strong>con</strong> la clara vivencia de<br />
que ambas son “su” casa (Ahrons, 1994). El Código Civil Argentino se refiere<br />
a este factor deseable en la evolución del divorcio no explícitamente<br />
como coparentalidad, pero ella está implícita y <strong>con</strong> características más que