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El inversor inteligente - Benjamin Graham

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Comentario al capítulo 5<br />

La felicidad humana no es producto tanto de grandes<br />

golpes de buena suerte que rara vez ocurren, sino de las<br />

pequeñas ventajas que tienen lugar todos los días.<br />

Benjamín Franklin<br />

La mejor defensa es un buen ataque<br />

Después de la sarracina que se ha producido en el mercado de<br />

valores en los últimos años, ¿por qué iba a querer ningún <strong>inversor</strong><br />

defensivo poner un solo euro en acciones?<br />

En primer lugar, recuerde la insistencia de <strong>Graham</strong> en que el grado<br />

hasta el cual se debe ser defensivo depende menos de la tolerancia hacia el<br />

riesgo que del deseo de dedicar tiempo y dinero a su cartera. Si se aborda<br />

de la manera adecuada, invertir en acciones es tan sencillo como dejar el<br />

dinero en obligaciones y en metálico. (Como veremos en el capítulo 9, se<br />

puede comprar un fondo referenciado a un índice del mercado de valores<br />

sin más esfuerzo que el que se necesita para vestirse por la mañana).<br />

Como consecuencia del período bajista de mercado que comenzó en<br />

el año 2000, es comprensible que se sienta escaldado y, a su vez, que ese<br />

sentimiento le lleve a determinar que no va a volver a comprar otra acción<br />

en su vida. Como dice el refrán, «el gato escaldado del agua fría huye».<br />

Como la crisis de 2000-2002 fue tan terrible muchos <strong>inversor</strong>es consideran<br />

en la actualidad que las acciones son instrumentos extraordinariamente<br />

arriesgados; sin embargo, paradójicamente, el propio hecho de entrar en<br />

crisis ha eliminado buena parte del riesgo del mercado de valores. Antes<br />

era agua hirviendo, pero ahora es agua a temperatura ambiente.<br />

.Enfocada desde un punto de vista lógico, la decisión sobre poseer o<br />

no poseer acciones en la actualidad no tiene nada que ver con la cantidad<br />

de dinero que se haya perdido con las acciones hace unos pocos años.<br />

Cuando las acciones tienen un precio suficientemente razonable para<br />

generar crecimiento en el futuro, conviene tener acciones, con<br />

independencia de las pérdidas que puedan haber ocasionado en los últimos<br />

años. Esto es aún más cierto cuando los rendimientos de las obligaciones<br />

son bajos y, por tanto, reducen la rentabilidad futura de las inversiones en<br />

renta fija.<br />

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