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El inversor inteligente - Benjamin Graham

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COMENTARIO AL CAPÍTULO 1<br />

dejado sin palabras al propio Wilde. Una mera opinión torpemente<br />

expresada sobre el precio que tal vez pudiera llegar a alcanzar una acción<br />

podía ser la causa de que esa acción llegase a duplicar su cotización, sin<br />

que nadie se hubiese molestado en examinar, aunque fuese por encima, su<br />

valor. A finales de 1998, Henry Blodget, un analista de CIBC<br />

Oppenheirner, advirtió de que «con todas las acciones de Internet la<br />

valoración tiene más de arte que de ciencia». A continuación, y citando<br />

únicamente la posibilidad de crecimiento futuro, elevó su «objetivo de<br />

cotización» de Amazon.com de 150 dólares a 400 dólares, de un plumazo.<br />

La cotización de Amazon.com se disparó ese día en un 19% y, a pesar de<br />

las protestas de Blodget, que afirmaba que su objetivo de cotización era una<br />

previsión a un año vista, superó los 400 dólares en tres semanas. Un año<br />

después, Walter Piecyk, analista de PaineWebber, predijo que las acciones<br />

de Qualcornm alcanzarían una cotización de 1.000 dólares durante los 12<br />

meses siguientes. Las acciones, que ya habían experimentado una subida<br />

del 1.842% durante ese ejercicio, subieron otro 31% ese día, llegando a una<br />

cotización de 659 dólares por acción. 9<br />

De fórmula a fracaso<br />

De todas formas, hacer operaciones como alma que lleva el diablo no<br />

es la única forma de especulación. Durante la última década, más o menos,<br />

se promocionaba una fórmula especulativa tras otra, y después, cuando esa<br />

fórmula alcanzaba popularidad, era arrojada la basura. Todas ellas<br />

compartían unos cuantos rasgos: es fácil, es rápido, es imposible que<br />

produzca perjuicios, y todas ellas infringían por lo menos una de las<br />

diferencias establecidas por <strong>Graham</strong> entre la inversión y la especulación. A<br />

continuación ofrecemos unas cuantas fórmulas de moda que fracasaron<br />

rotundamente.<br />

Aprovecharse del calendario<br />

<strong>El</strong> «efecto de enero», y la tendencia a que las pequeñas acciones<br />

generasen grandes beneficios al llegar el cambio de ejercicio, fue objeto de<br />

gran promoción en artículos académicos y libros populares publicados<br />

durante la década de 1980. Estos estudios ponían de manifiesto que si se<br />

cargaba la cartera de valores de acciones de pequeñas empresas en la<br />

segunda mitad de diciembre y se conservaban durante el mes de enero, se<br />

podía tener la esperanza de superar los resultados de mercado en cinco o<br />

9 En 2000 y 2001, Amazon.com y Qualcomm perdieron un total acumulado del 85,8% y el 71,3% de su<br />

valor, respectivamente.<br />

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