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El inversor inteligente - Benjamin Graham

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APÉNDICES<br />

Existe un motivo lógico para esta inversión en el proceso de<br />

valoración, que está relacionado con el nuevo interés mostrado por las<br />

expectativas de crecimiento. Las empresas que obtienen un elevado<br />

rendimiento sobre el capital disfrutan de estas valoraciones liberales no<br />

sólo por la buena rentabilidad que exhiben, y la relativa estabilidad<br />

asociada con ella, si no, tal vez de manera aún más racional, porque los<br />

elevados beneficios sobre el capital suelen ir de la mano de un buen<br />

historial de crecimiento y de unas perspectivas positivas. Por lo tanto, lo<br />

que realmente se paga en nuestros días en el caso de las empresas<br />

extraordinariamente rentables no es el fondo de comercio en el antiguo y<br />

restringido sentido de un nombre o marca comercial bien consolidado y de<br />

una empresa o actividad rentable, sino las presuntas expectativas superiores<br />

de obtención de unos mayores beneficios en el futuro.<br />

Esto me lleva a uno o dos aspectos matemáticos adicionales de esta<br />

nueva actitud hacia las valoraciones de las acciones ordinarias, que<br />

abordaré meramente de pasada en forma de breves sugerencias. Si, como<br />

demuestran numerosas pruebas, el multiplicador de los beneficios tiende a<br />

aumentar con la rentabilidad, es decir, a medida que la tasa de rendimiento<br />

sobre el valor contable aumenta, la consecuencia aritmética de esta<br />

característica es que el valor tiende a aumentar directamente como el<br />

cuadrado de los beneficios, pero inversamente respecto del valor contable.<br />

Por lo tanto, en un sentido importante y muy real, el activo tangible se ha<br />

convertido en un peso muerto sobre el valor medio de mercado, en lugar de<br />

ser una de sus fuentes. Tomemos un ejemplo que dista mucho de ser<br />

extremo. Si la empresa A gana 4 dólares por acción con un valor contable<br />

de 20 dólares, y la empresa B gana también 4 dólares por acción con un<br />

valor contable de 100 dólares, es prácticamente seguro que la empresa A<br />

cotiza a un multiplicador más elevado y, por lo tanto, a un precio más<br />

elevado que la empresa B, por ejemplo, 60 dólares en el caso de las<br />

acciones de la empresa A y 35 dólares en el caso de las acciones de la<br />

empresa B. Por lo tanto, no sería inexacto afirmar que los 80 dólares por<br />

acción en los que el activo de la empresa B supera al de la empresa A son<br />

los responsables de los 25 dólares por acción de menor cotización de<br />

mercado, puesto que los beneficios por acción se supone que son iguales.<br />

No obstante, más importante que la relación que se ha mencionado<br />

anteriormente es la relación general existente entre las matemáticas y los<br />

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