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eminencia de la razón representante contiene la esencia metafísica<br />
de ese acontecimiento, al que Nietzsche llama la muerte<br />
del Dios cristiano-moral.<br />
Lo que expresaría la noción de que el Superhombre no necesita<br />
a nada ni a nadie para representar su propia subjetividad y<br />
ordenar el acrecentamiento de la voluntad de poder. Él representa<br />
e impone los valores, como una tarea (¿un privilegio?)<br />
que ya no precisa de un ente trascendental.<br />
La Meta<br />
De este modo, puesta en su punto más alto, la voluntad de poder,<br />
en cuánto subjetividad acabada, es el Superhombre. “¡No<br />
la humanidad, sino el superhombre es la meta!”… el “superhombre”<br />
no es un ideal suprasensible; tampoco es una persona<br />
que surgirá en algún momento y aparecerá en algún lugar; es el<br />
puro ejercicio de poder de la voluntad de poder. El pensamiento<br />
del “superhombre” no surge, por lo tanto, de una<br />
“arrogancia” del “señor Nietzsche”.<br />
¿Quién impone la idea de superhombre a la humanidad y, sobre<br />
todo, quién le hacer ver que ese nuevo estatus de existencia<br />
es deseable y mejor que el actual? ¿En qué momento se realiza<br />
este cambio hacia un ente nuevo? Seguramente, cuando Zaratustra<br />
anuncia que “Dios ha muerto”<br />
El superhombre vive en cuanto la nueva humanidad ansía al<br />
ente como voluntad de poder. Así Zaratustra, que enseña el<br />
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