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Historia de la estupidez humana - Paul Tabori - www.moreliain.com

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<strong>www</strong>.e<strong>la</strong>leph.<strong>com</strong><br />

<strong>Paul</strong> <strong>Tabori</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

Pero no basta que el soldado fuera invio<strong>la</strong>ble y su espada invencible,<br />

ni que su alma estuviera impulsada por <strong>la</strong> pasión marcial. En campaña<br />

era preciso soportar muchas tribu<strong>la</strong>ciones: frío, sed, hambre.<br />

Se conocían varios encantamientos contra el frío. “Envuélvanse<br />

los pies en papel, pónganse encima <strong>la</strong>s medias, y antes <strong>de</strong> calzar<strong>la</strong>s<br />

viértase un poco <strong>de</strong> coñac en <strong>la</strong>s botas”. En realidad, no era un mal<br />

consejo; tampoco lo era el que sugería que se vertiera el coñac en <strong>la</strong><br />

garganta <strong>de</strong>l soldado, en lugar <strong>de</strong> hacerlo en <strong>la</strong>s botas. El tercer método<br />

era un poco más <strong>com</strong>plicado:<br />

“Tome una cazue<strong>la</strong> <strong>de</strong> estiércol <strong>de</strong> paloma, redúzcalo a cenizas<br />

quemándolo, <strong>de</strong>stílese <strong>la</strong> ceniza en lejía, y lávese con el<strong>la</strong> pies y manos.<br />

Si empapa <strong>la</strong> camisa y los calzones en <strong>la</strong> misma lejía, y luego seca<br />

cuidadosamente <strong>la</strong>s prendas, soportará fácilmente el frío más intenso<br />

durante catorce días.”<br />

Contra <strong>la</strong> sed: Tome <strong>la</strong> piedra transparente, <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> una arveja,<br />

que se forma en el hígado <strong>de</strong>l capón <strong>de</strong> cuatro años, <strong>de</strong>posíte<strong>la</strong><br />

bajo <strong>la</strong> lengua, y no sentirá sed.<br />

Contra el hambre se conocía una antigua panacea. Aulus Gellius<br />

re<strong>la</strong>ta que cuando el guerrero escita no tenía alimento, se limitaba a<br />

ajustar un ancho cinto alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong> cintura. De acuerdo con <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> los escitas, <strong>la</strong> intensa presión reducía el espacio ocupado por el<br />

estómago y los intestinos, y <strong>de</strong> ese modo no podían absorber nada; y si<br />

no podían recibir alimento, no tenía objeto tratar <strong>de</strong> llenarlos. La cosa<br />

parece verosímil. La i<strong>de</strong>a contraria parece igualmente válida, pues en<br />

épocas posteriores a muchos se les ha ocurrido que <strong>la</strong> mejor manera <strong>de</strong><br />

soportar una <strong>com</strong>ida muy abundante consiste en aflojar el cinturón.<br />

Con lo dicho, hemos pasado revista a casi todas <strong>la</strong>s prácticas mágicas<br />

seguidas por los guerreros pru<strong>de</strong>ntes.<br />

Desgraciadamente, los encantamientos no siempre daban buen resultado,<br />

pues <strong>la</strong> experiencia <strong>de</strong>mostró que aun el soldado más cuidadoso<br />

podía caer herido.<br />

Si una flecha u otra arma se rompía en <strong>la</strong> herida, <strong>de</strong>bía utilizarse<br />

una fórmu<strong>la</strong> mágica. Había muchas versiones, aunque <strong>la</strong> Iglesia <strong>la</strong>s<br />

prohibió todas, ya que no eran otra cosa que encantamientos paganos,<br />

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