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En medio de la plaza, la luna que no es luna sino galán sin<br />

dejar de ser luna, baila coronada de tojos... Madre e hija –como<br />

en el diálogo de los Cancioneros– dramatizan la aparición, que<br />

desplaza de si un aire arrebatado, mortal, de inconcreta estadea.<br />

El poema desarrolla sus espirales sincopadas de danza frenética<br />

y envuelve a los protagonistas, como los giros finales de la<br />

música en la muerte de Isolda.<br />

Un aire de encantamiento céltico, en la frontera entre el ser<br />

y no ser, antes nunca alcanzado por nuestra lírica moderna, se<br />

desplaza de este poema, verdadero milagro de intuición y de expresión».<br />

Texto 2 253<br />

«Este poema alucinante, de algún modo, recuerda el Romance<br />

Sonámbulo. Su magia es tan distinta como lo son las del norte y el<br />

sur. Hay, desflecado, un coloquio madre-hija, como en la poesía<br />

de cancionero, pero en un mundo que es de otro mundo. El tercer<br />

ingrediente es la luna-galán-muerte, que baila en la Quintana,<br />

que enfría el aire en torno, con su rostro; que busca el corazón<br />

con dedos helados, seguros, el galán-luna es la muerte o el muerte,<br />

como en las baladas nórdicas. El breve poema va apretando<br />

sus giros hasta el final, como las espirales que ahogan a Iseo en la<br />

página de Wagner. Sería tema para un ballet fosforescente, tremendo,<br />

incorruptible».<br />

253<br />

Preséntase este segundo texto tamén, pois é diferente ó anterior.<br />

202

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