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fín se metió en una de esas explicaciones laberínticas, propias de<br />

gallegos, para ilustrarme sobre que ese tipo de sonrisas no se pueden<br />

provocar si no obedecen a «estados de alma»; y que un retrete<br />

público no era lugar adecuado, y que si lo era, la morbosidad del<br />

sujeto quedaba patente y en una sola dirección por tratarse de un<br />

sitio para hombres y de uso simultáneo, con sus hedores turbios,<br />

sus incitaciones pintadas o escritas y sus tentaciones de voyeurisme<br />

propias de todo varón.<br />

Coda y final, con anécdota desviada<br />

La cosa quedó ahí porque tuve que marcharme a Marruecos<br />

para escribir unas crónicas de encargo y, al mismo tiempo, obedeciendo<br />

a antiguas preocupaciones, para comprobar científicamente<br />

y sobre el terreno si los mancebos musulmanes practicaban<br />

el amor odrí, que es su platonismo arcaico, o el de las desvergüenzas<br />

reseñadas por Andrés Guide en “Si le grain ne meuri”.<br />

De mis averiguaciones resultó que el mentado premio Nobel era<br />

un guarro que los hozaba, de paso y de pago, sin que en su gélido<br />

racionalismo quedase algún rasgo de deslumbramiento y gratitud<br />

para aquellos francos de seda, ojos agacelados, vientres cóncavos,<br />

pechos cálidos e implumes, glúteos de imprevisto frescor y<br />

otras partes noblemente desporcionadas para la edad y, empero,<br />

de tan grácil tacto. De todo ello concluí que don Andrés era hombre<br />

privado de ternura y que por eso las novelas le salían<br />

cojimancas. Y que, en fin, era un mero bujarra cartesiano que<br />

cancelaba la admiración y la gratitud con un billete manoseado y<br />

de los más pequeños, pues, además, era un cutre, según se sabe.<br />

Y detengo aquí estas averiguaciones, menos desviadas de lo<br />

que aparentan, pues al fin, como diría el tío Miguel (Cervantes)<br />

todo va a salir en la misma colada. Las seguiré en unas memorias<br />

que me andan tentando, si es que tengo dinero para dejar de escribir<br />

artículos y ponerme a ellas full time; y, lo que es más difícil,<br />

si me queda tiempo, pues, como ya anuncié, mi muerte ocurrirá<br />

alrededor del año 81, 1981, y no 2081 como podría figurarse el<br />

lector, habida cuenta de la exageración a que son tan proclives<br />

los escritores.<br />

(1) Una de sus conferencias se titulaba «De noviembre a noviembre».<br />

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