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Federico asumía y representaba todo esto en cuerpo y alma, en genio<br />

y figura. Su gracia, su optimismo, su poder de comunicación, su igualitarismo<br />

sin otras nivelaciones que la condición humana, hacían de él un paradigma<br />

vital, no sólo intelectual, del español. Era rico, era de familia burguesa, estudió<br />

dos carreras de señorito; pero salió indemne de todo ello y su gracia, su<br />

ángel, su duende -palabras con las que él se construía como poeta- eran de<br />

linaje popular. Por eso, no hay cisura ni discontinuidad entre su ser y su<br />

hacer, aunque la obra no nos consuele de la amputación de su vida. Por<br />

una vez, el hombre no vive sólamente por su obra; quizá, en muchos<br />

aspectos, la obra sigue flotando, con terca actualidad, adherida al prodigio<br />

de aquella existencia, de aquel espectáculo humano, hecho de talento y<br />

gracia, de gracia también en el sentido teologal, como si estuviese llena del<br />

humor de los dioses. Sus contemporáneos y amigos, aun cuando tratemos<br />

de objetivar, de fijar los valores intrínsecos de su obra, una y otra vez<br />

tropezamos, insalvable, con el recuerdo inextinto de aquella vida sin paralelo.<br />

Con estas alusiones, corpóreas, existenciales, al hombre de carne y hueso,<br />

ya podría trazarse una de aquellas “coronas fúnebres” de nuestros abuelos<br />

románticos, aunque sin su pestilencia, ni su final afición y acatamiento a la<br />

muerte, sino como la larga melodía de una nostalgia que no cesa. Neruda<br />

exclamó sobre sus restos aún calientes: «Era un relámpago físico, una ternura<br />

completamente sobrehumana. Su persona era mágica y morena y traía la<br />

felicidad». Y Emilio Prados: «Basta cerrar mis ojos para que te levantes. Si el<br />

viento te ha perdido, mi sangre puede hallarte». Y Alfonso Reyes: «Pero tu<br />

sangre, tu secreta sangre -que revuelve la tierra y ciega el puente- colma los<br />

surcos y amenaza el vado-. ¡Abel, clavel tronchado...». Y Madariaga: «No,<br />

que tu espíritu en flor -incorrupto se levanta-. Huele a almendros y jazmines<br />

y sabe a oliva y naranja». Y Guillén: «Alzóse Federico en luz bañado -Federico,<br />

Granada, primavera- y con luna y clavel y nardo y cera- siguióles por el<br />

monte perfumado». Y Cernuda: «La muerte se diría más vida -porque tú estás<br />

con ella». Y Miguel Hernández:<br />

Primo de las manzanas<br />

no podrá con tu sabia la carcoma,<br />

no podrá con tu muerte la lengua del gusano,<br />

y para dar salud fiera a su poma,<br />

elegirá tus huesos el manzano.<br />

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