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América unos diez o doce; se vendieron unos pocos y el resto de<br />

la edición fue abrasada en la plaza pública, junto con 20.000 volúmenes<br />

de las colecciones de «Nós», donde se configuraba en letra<br />

de molde todo el renacimiento cultural de la Galicia nueva, que<br />

no era, por cierto, nada separatista.<br />

En el prólogo de la edición de «Nós» figuraban los pormenores<br />

que aquí se repiten. En la primera edición de las Obras Completas<br />

continuaba estando dicho prefacio, y no hubo crítico que<br />

no hiciese mención honrosísima de él, y aun alguno, como Pablo<br />

Suero, le dedicó un artículo admirable, bastante mejor que el prólogo<br />

mismo. ¿Por qué los graves escribas de la Editorial Losada lo<br />

han suprimido después? Es cosa que no acabo de explicarme. Soy<br />

viejo amigo personal y tenaz admirador de Guillermo de Torre y<br />

no menos amigo de Gonzalo Losada, extraordinario y casi increíble<br />

espécimen de editor inteligente y sensible. Nunca se lo he preguntado;<br />

siempre he creído de la más elemental cortesía que ellos<br />

me diesen una explicación. Jamás me la dieron. Llevé esta espina<br />

dentro de mi extrañeza -que no de mi resentimiento- durante diez<br />

o doce años y ahora me la quito aquí, ya que andamos hurgando<br />

en ello, escarificando viejas heridas. Con haber dejado el prólogo<br />

en el lugar donde tanto le contentó al poeta, se hubiese respetado<br />

su memoria y no hubiéramos tenido que andar ahora aclarando<br />

lo que allí estaba dicho.<br />

Federico García Lorca conocía del gallego lo necesario para<br />

pensar y decir estos poemas. Era un buen lector de nuestra poesía<br />

del Cancionero; conocía muy bien a Gil Vicente y a Camoens<br />

y recitaba fluidamente versos de Rosalía de Castro. El envío de mi<br />

libro Romances galegos, que guardaba con el Romancero gitano<br />

algunas afinidades estéticas -¡nada más que estéticas, válgame el<br />

Señor!- y aparecidos casi al mismo tiempo, fue lo que estableció<br />

nuestra amistad a distancia, la que luego, durante mi permanencia<br />

en España -1933-36- había de ahondarse hasta la intensa fraternidad<br />

que, para suerte mía, logró alcanzar. Por estar publicado<br />

aquel libro en Buenos Aires y escrito en el gallego renovado de<br />

nuestra generación, le puse un glosario de voces que contiene unos<br />

centenares de palabras. Federico me confesó que solía acudir a él<br />

cuando las canciones gallegas empezaron a bullirle en la cabeza.<br />

Efectivamente, nuestros idiomas se parecen, lo que dio lugar a<br />

supercherías y confusiones. Pero también se parece el mío al de<br />

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