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to». No la escribió porque en este caso era verdad, con esa verdad<br />

de si mismo que el verdadero genio desconoce. El genio existencial<br />

de Federico estaba enraizado e implícitamente manifiesto en los<br />

otros usos del vocablo. Era una genialidad del nacerle, no del construirla;<br />

una genialidad original, genesíaca; genialidad del ser de la<br />

que el hacer resultaba parcial consecuencia. Por ello, como dice<br />

Dámaso Alonso, lo que no sabía lo inventaba y coincidía con la<br />

verdad. Lo inventaba, o sea, lo encontraba. Inventar: o sea hallar<br />

lo que está ahí sin más que tener ojos para verlo, con un ver que<br />

en Federico era esencial y, por lo tanto, verdad a priori, y que es<br />

el inventar del genio en nada semejante al inventar del erudito.<br />

De este ver relampagueante, de esa conjugación y diálogo<br />

con el ser de las cosas, deducido de su parecer, todos sus amigos<br />

tenemos inolvidables testimonios. Yo jamás he vuelto a oír ni a<br />

leer cosas semejantes a las que me dijo en Illescas, frente a unos<br />

cuadros del Greco, en escapatoria brevísima mientras se daban a<br />

los diablos de la impaciencia los indianos que nos llevaban en su<br />

rumboso automóvil hacia Toledo... he aquí algunas notas que conservo<br />

de nuestros coloquios. Sobre Góngora: «Hasta ahora es el<br />

prisma de treinta colores de nuestro idioma poético, pero aún pueden<br />

vérsele más». En Avila, referiéndose a España: «¿Te has dado<br />

cuenta de que nuestra arqueología es lo más vivo que hay? Lo<br />

mejor de España es que nunca está terminada. Aunque toda su<br />

geografía estuviese en ruinas, serían unas ruinas sin terminar, unas<br />

ruinas sin muerte». Nos encontramos en Granada, a su regreso de<br />

La Argentina. Habló toda la tarde con desbordada alegría, con repentinas<br />

pausas melancólicas y con síntesis abruptas de una certeza<br />

de observación que a mi mismo me sorprenderían, después<br />

de más de veinte años de mi vecindad en mi país adoptivo. Por la<br />

noche, con ayuda de Pepe Carrillo, su amigo de infancia, reconstruí<br />

alguna de sus frases: «Los argentinos no son fríos ni solemnes,<br />

como se dice: son tímidos. Pero como, al mismo tiempo, tienen<br />

una gran certeza de si, no son resentidos, como suelen ser los tímidos,<br />

sino irónicos». «A veces se asombran tanto de lo suyo como<br />

si acabasen de desembarcar en su tierra. Esta novedad de cada<br />

momento puede ser una de sus grandes fuerzas porque es una de<br />

las formas de su esperanza...». «Los argentinos tienen la amistad<br />

trabajosa, pero es un trabajo que compensa. No es verdad que<br />

sean así con los forasteros; son así también entre ellos. Cuando<br />

estas fronteras se saltan o se van gastando dan la sensación de ser<br />

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