<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cierto tiempo <strong>de</strong> permanencia tiene intereses comunes con el resto <strong>de</strong>l conjunto. Lo que hacen yomiten los gobernantes le alcanza: <strong>de</strong>be obe<strong>de</strong>cer, goza <strong>de</strong> permisiones, recibe la tutela <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>namientojurídico, titulariza <strong>de</strong>rechos civiles. Ha <strong>de</strong> llegar el momento en que le alcancen también los <strong>de</strong>rechos políticos:no habrá <strong>de</strong> ser una dádiva; será un crecimiento <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos humanos a cuyo plexo también pertenecen.a”) Los ciudadanos en el extranjeroSon varios los estados que tienen previstos mecanismos para que sus ciudadanos avecindados en un estadoextranjero, u ocasionalmente fuera <strong>de</strong>l propio, puedan votar en el país don<strong>de</strong> se encuentran.Otros or<strong>de</strong>namientos no lo prevén, o no lo permiten, u ofrecen obstáculo constitucional. En Argentina, porejemplo, creemos que cuando escuetamente la constitución en vigor se refiere en materia electoral al “pueblo”<strong>de</strong> las provincias y <strong>de</strong> la capital fe<strong>de</strong>ral, está circunscribiendo al cuerpo electoral en perímetros territorialesdon<strong>de</strong>, indudablemente, quienes integran ese cuerpo electoral, han <strong>de</strong> tener domicilio o resi<strong>de</strong>ncia. Quienes <strong>de</strong>.modo permanente viven fuera <strong>de</strong>l país, no forman parte <strong>de</strong> ese “pueblo”. Quienes coyunturalmente -sinmudar domicilio o resi<strong>de</strong>ncia- se hallan en el exterior, pue<strong>de</strong>n votar en el lugar don<strong>de</strong> se hallen si la ley habilitael mecanismo. Los otros, no.Pero como aquí estamos haciendo propuestas, no vacilamos en propiciar que los sistemas electorales -mediantelas reformas que precisen, sea en la constitución, sea en las leyes- incorporen previsiones y procedimientoshabilitantes <strong>de</strong>l voto en país extranjero <strong>de</strong> sus ciudadanos, ello con las modalida<strong>de</strong>s razonables que cadasistema establezca (por ejemplo, se podría tal vez condicionar el ejercicio <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho electoral a no permaneceren el exterior más <strong>de</strong> cierto número <strong>de</strong> años).b) Los partidos políticosUna vez que hemos posado rápidamente la mirada en el electorado, es necesario volverla a otros sujetosdistintos <strong>de</strong>l hombre, que han logrado y <strong>de</strong>splegado intenso protagonismo. Nos referimos a los partidos.No es <strong>de</strong>l caso <strong>de</strong>scribir el tema. Basta con mencionarlo, porque es harto conocido y cuenta con literaturajurídico-político muy abundante y conspicua. Acá solamente tenemos que insistir en que el pluralismo partidariohace parte <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia, integra la legitimidad <strong>de</strong>mocrática, moviliza la dinámica <strong>de</strong> la sociedad y <strong>de</strong>lpo<strong>de</strong>r, y cumple roles que cualquier texto se encarga, a su modo, <strong>de</strong> señalar.Todo eso tiene que ser rescatado, vigorizado, estimulado. Se le <strong>de</strong>be respeto y cobertura garantizadora. Loshombres aislados, a solo título individual, no llegan a articular un protagonismo eficiente; en el <strong>de</strong>rechoelectoral que titulariza la persona humana no se agota la dinámica electoral ni la participación social. Lagrupalidad es indispensable. Por eso, ni la sociedad <strong>de</strong>mocrática ni el estado <strong>de</strong>mocrático pue<strong>de</strong>n prescindir <strong>de</strong>los partidos, que articulan y combinan los diversos intereses sectoriales.No hace falta más que remitir a las candidaturas patrocinadas por ellos, a los programas y plataformas electorales,y a los controles en el proceso electoral, para compren<strong>de</strong>r que, si estamos propugnando transformacionesampliatorias y perfectivas, la presencia <strong>de</strong> los partidos es insustituible.De ahí que el sistema <strong>de</strong> partidos guar<strong>de</strong> ligamen necesario y estrecho con el sistema electoral. Uno sin el otrose vuelven asimétricos e incompletos, a más <strong>de</strong> parciales.Util es, pese a la exigüidad <strong>de</strong>l tratamiento que le asignamos a la cuestión, recapitular diferencias entre “estado<strong>de</strong> partidos”, “<strong>de</strong>mocracia entre partidos” y “<strong>de</strong>mocracia <strong>de</strong> partidos”. Las tres cosas son necesarias. El estado<strong>de</strong> partidos, en cuanto hospeda a las organizaciones partidarias en eso que muchos <strong>de</strong>nominan la partidocracia.La <strong>de</strong>mocracia entre partidos, en cuanto significa que las relaciones interpartidarias han <strong>de</strong> manejarse y moversecon el estilo y las características propias <strong>de</strong> la <strong>de</strong>mocracia: libertad, respecto, tolerancia, consenso, disenso,
etc. La <strong>de</strong>mocracia <strong>de</strong> partidos, en cuanto también la estructura y la vida interna <strong>de</strong> cada partido tiene querespon<strong>de</strong>r a similar mo<strong>de</strong>lo.Unas pocas i<strong>de</strong>as, quizá <strong>de</strong>shilvanadas, nos vienen a la mente en torno <strong>de</strong> la relación <strong>de</strong> los partidos con elestado. Las tenemos muy repetidas y vale recordarlas.En primer lugar, el llamado control cualitativo <strong>de</strong>l estado sobre los partidos apareja la facultad <strong>de</strong>l primero paranegar reconocimiento a los partidos cuya i<strong>de</strong>ología, programa y acción resultan contrarios a los principiosbásicos <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>namiento constitucional. Teóricamente, admitimos esa posibilidad, pero a medida que se haacentuado nuestra adhesión al realismo jurídico, limitamos el eventual ejercicio <strong>de</strong> aquella facultad a lossupuestos en que un partido ofrece para el sistema político un peligro real, actual y presente. De no ser así,preferimos que se le <strong>de</strong>pare reconocimiento, porque es mucho menor el riesgo <strong>de</strong> su actividad pública que el<strong>de</strong> inducirlo a actuar en la clan<strong>de</strong>stinidad. (Un ejemplo <strong>de</strong> peligro real y presente, que justifica <strong>de</strong>negar ocancelar el reconocimiento a un partido y, por en<strong>de</strong>, prohibirle su actividad como tal <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la partidocracia,creemos que pue<strong>de</strong> ser el <strong>de</strong> las organizaciones neonazis en Alemania.)De lo dicho anteriormente, surge que somos contrarios a las proscripciones que, legalmente o <strong>de</strong> hecho,imponen vedas a un partido, a varios, o a todos. Argentina acumula antece<strong>de</strong>ntes y malos recuerdos en estesentido, y el resultado <strong>de</strong> esas políticas fue nefasto, aunque más no sea porque la paralización <strong>de</strong> los partidosacarrea <strong>de</strong>sentrenamiento <strong>de</strong>mocrático, aparte <strong>de</strong> vulnerar el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> libre asociación política y eliminar alos que son sujetos principalísimos <strong>de</strong> la dinámica política.En segundo lugar, aparece el control cuantitativo, que ya no apunta al techo i<strong>de</strong>ológico <strong>de</strong> los partidos, sino arequisitos que <strong>de</strong>ben reunir para incorporarse con reconocimiento oficial al sistema político. Así, por ejemplo,el número <strong>de</strong> afiliados, que como mínimo, necesitan para ser reconocidos; la adopción <strong>de</strong> un estatuto o unacarta orgánica que prevea la estructura y la vida interna <strong>de</strong> la organización, etc.Alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> estos aspectos somos reacios al excesivo reglamentarismo estatal, porque comprime la espontaneidadsocial y estrangula la libertad <strong>de</strong> las expresiones partidarias. El marco reglamentario que el estado establece parareconocer partidos ha <strong>de</strong> ser, en nuestra opinión, lo más holgado posible y lo menos regulatorio. Sabemos que haycuestiones preocupantes que inducen a pormenorizar condiciones, prohibiciones, controles, etc. No han <strong>de</strong> ir másallá <strong>de</strong> lo imprescindible, y siempre con razonabilidad suficiente, conforme a las circunstancias y a la fisonomía <strong>de</strong>cada sociedad. Este punto <strong>de</strong> vista es válido también para un tema que suele ser incan<strong>de</strong>scente: el <strong>de</strong> los recursosque recaudan los partidos, incluidos los aportes que puedan recibir <strong>de</strong>l propio estado, así como el financiamientogeneral <strong>de</strong> los gastos partidarios, sobre todo durante las campanas electorales.c) La legitimación procesal activaNos parece que inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber hecho mención <strong>de</strong> los ciudadanos que forman el electoradoactivo, y <strong>de</strong> los partidos políticos, un or<strong>de</strong>n lógico <strong>de</strong> temas aconseja abordar el <strong>de</strong> la legitimación procesal activa.Nos interesa en cuanto la legitimación habilita a aquellos a quienes se les reconoce, a formular pretensiones yplanteos -incluso <strong>de</strong> constitucionalidad- ante los órganos que en cada sistema <strong>de</strong>tentan competencia en lascuestiones electorales.Una vez que se piensa en la vastedad <strong>de</strong> éstas, y que se asume y compren<strong>de</strong> que en ellas se comprometen -lasmás <strong>de</strong> las veces- los <strong>de</strong>rechos políticos <strong>de</strong> los ciudadanos y <strong>de</strong> los partidos, es fácil coincidir en que un Estado<strong>de</strong>mocrático don<strong>de</strong> esos <strong>de</strong>rechos tienen efectividad y disponen <strong>de</strong> vías tutelares, <strong>de</strong>be necesariamente encararcon amplitud procesal y sin egoísmos reduccionistas el problema <strong>de</strong> la legitimación. Quienquiera que crea quesus <strong>de</strong>rechos políticos sufren menoscabo o violación, ha <strong>de</strong> quedar legitimado para acce<strong>de</strong>r a la justicia.
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