Leadbeater Charles - Vida Interna 2.pdf - Agricultura Celeste
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EL AURA DEL DEVA<br />
Los devas constituyen un poderoso reino de espíritus, el inmediatamente superior al reino<br />
humano, así como el reino animal es su inmediato inferior. Podemos imaginárnoslos como<br />
ángeles grandes y gloriosos, aunque los hay de clases muy diversas y de distintos grados de<br />
evolución, pero ninguno tan bajo que tenga cuerpo físico según 1o tenemos nosotros. La clase<br />
inferior son los kamadevas, que tienen cuerpo astral, mientras que la clase inmediata superior<br />
tienen cuerpo mental, y así sucesivamente. Nunca llegarán a ser hombres, porque la mayor<br />
parte han trascendido ya esta etapa, si bien hay algunos que fueron hombres en un tiempo.<br />
Cuando el hombre termina su evolución humana y ya es algo más que hombre, ante su paso se<br />
abren varios senderos, uno de los cuales es el de incorporarse a esta hermosa evolución<br />
dévica.<br />
Los devas difieren en aspecto de los hombres. Primeramente, los devas son más fluídicos y<br />
capaces de mayor dilatación y contracción de su aura; y en segundo lugar, tienen cierta<br />
calidad ígnea o flamígera, fácilmente distinguible de las de los seres humanos ordinarios. Los<br />
únicos hombres con los que podrían confundirse los devas son los muy evolucionados, por<br />
ejemplo, un arhat cuya aura es amplia y bien ordenada; pero incluso así, el que hubiese visto a<br />
un deva y a un arhat no se expondría a equivocarse al distinguirlos. El aura del hombre<br />
ordinario es capaz de cierto grado de expansión temporal. Tiene el claro tamaño de una<br />
sección del cuerpo causal y, según éste crece, la sección va siendo más ancha y el hombre<br />
tiene un aura más amplia, aunque este incremento siempre es gradual.<br />
Quien recuerde las láminas de la obra El Hombre visible e Invisible observará que el cuerpo<br />
causal del hombre ordinario no está, ni de mucho, completamente desarrollado. Al mirar el<br />
cuerpo causal del hombre evolucionado lo vemos lleno de color, por lo que las primeras<br />
etapas de perfeccionamiento del hombre ordinario no consisten en acrecentar el cuerpo<br />
causal, sino en intensificarlo de manera que, una vez diversamente coloreado, comience su<br />
expansión.<br />
Si el hombre ordinario es presa de un súbito arranque sentimental, esto se manifestará por un<br />
relampagueo en el aura (según indica la lámina correspondiente de la citada obra), con el<br />
color peculiar de la cualidad o emoción expresada, que es rosado para el afecto, azul para la<br />
devoción y verde para la simpatía. También se manifestará en las centelleantes fajas del color<br />
respectivo y en la intensificación general de todo cuanto se relacione con la emoción<br />
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