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Leadbeater Charles - Vida Interna 2.pdf - Agricultura Celeste

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La <strong>Vida</strong> <strong>Interna</strong> - C.W. <strong>Leadbeater</strong><br />

los muebles que mueven, o los pasos que dan las entidades astrales que rondan por ellas. La<br />

capacidad de identificar los objetos físicos depende, en gran medida, de la experiencia y del<br />

conocimiento pero apenas podrá perfeccionarse, a no ser que en vida se haya aprendido algo<br />

sobre el particular.<br />

Me preguntan si un desencarnado puede disfrutar de la contraparte astral de una<br />

representación escénica y si habrá sitio para él aunque el teatro esté lleno de bote en bote. Con<br />

seguridad que un teatro rebosante de público tiene su contraparte astral visible para el<br />

desencarnado. Sin embargo, la representación escénica no le proporcionará deleite alguno,<br />

porque no ve el vestuario, el decorado ni la expresión de los artistas tal como los vemos<br />

nosotros. Únicamente tendrá conciencia de las emociones de los comediantes que, por ser<br />

fingidas, no producen efecto en el plano astral. Los cuerpos astrales tienen la propiedad de<br />

interpenetrarse sin daño recíproco y constantemente se están interpenetrando, como así debe<br />

ser si reflexionamos sobre ello. Cuando nos sentamos junto a otra persona en el tren, en el<br />

tranvía o en un coche, ambos cuerpos astrales se interpenetran considerablemente sin la<br />

menor dificultad, porque las partículas astrales en proporción a su tamaño están muchísimo<br />

menos cohesionadas que las físicas. Al mismo tiempo se afectan intensamente unas a otras en<br />

cuanto a su modalidad vibratoria, por lo que es sumamente perjudicial sentarnos junto a una<br />

persona de pensamientos impuros, envidiosos o coléricos. Por lo tanto, un desencarnado<br />

puede entrar fácilmente en un teatro lleno de público, sobre todo cuando los espectadores<br />

están acomodados en sus asientos, y la entidad astral flotará en el aire.<br />

El suicida escapa de la escuela antes de aprender la lección que se le había señalado. Es<br />

culpable del mucho engreimiento que supone el tomar por sí y ante sí una decisión que<br />

debiera haber dejado a la obra de la ley suprema. Las consecuencias de tan enorme rebeldía<br />

contra la naturaleza son siempre de índole muy terrible y, con seguridad, afectarán a la<br />

próxima vida y acaso a más de una. Las circunstancias que acompañan al suicida en el<br />

momento de su muerte son análogas a las de la víctima de un accidente, pues ambos llegan<br />

con la misma repentinidad al plano astral. Pero entre ellos existe la enorme diferencia de que<br />

el hombre que muere inesperadamente queda en estado de inconsciencia y, por lo general,<br />

atraviesa el séptimo subplano sin sufrir ninguna de sus variadas molestias. El suicida, al<br />

contrario, actúa deliberadamente y casi siempre pasa por horribles y repugnantes<br />

sufrimientos. No puede apartarse de las ideas y emociones que le decidieron a matarse, pero<br />

algún protector amistoso puede ayudarle a comprenderlas y a inspirarle paciencia, resignación<br />

y esperanza.<br />

Aunque reconozcamos plenamente el gravísimo error del suicida, no somos quienes para<br />

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