Leadbeater Charles - Vida Interna 2.pdf - Agricultura Celeste
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La <strong>Vida</strong> <strong>Interna</strong> - C.W. <strong>Leadbeater</strong><br />
pero, como no se les adaptaban plenamente, tuvieron dificultad para mantenerse en ellos y se<br />
escurrían de continuo. Tan pronto como sucedía esto, otra entidad se apoderaba de aquel<br />
cuerpo etérico vacante y se revestía de él como si fuera un gabán, aunque tampoco le ajustaba<br />
bien y se escurría igualmente, de manera que otra entidad reproducía el intento. Los Señores<br />
de la Luna construyeron muchos de estos dobles etéricos hasta que, poco a poco, los hombres<br />
menos desarrollados aprendieron a morar en ellos permanentemente, con lo que pudieron<br />
proseguir el curso de su materialización, y de este modo se les fue proveyendo gradualmente<br />
de cuerpos aptos para expresar los siete grandes tipos con sus consiguientes subtipos.<br />
Los cuerpos de los hijos de estas entidades humanas no eran en absoluto iguales a los de sus<br />
padres sino que se establecieron otros tipos, y por muy deterioradas que estuviesen las formas,<br />
aun eran habitables. Tan pronto como se definieron los tipos, llegaron a posesionarse de ellos<br />
las clases especiales de monadas lunares que se habían individualizado con este fin en los<br />
globos A. B y C de la cadena lunar. Ya expliqué cómo la primera de estas clases, la de color<br />
anaranjado, rehusó habitar en aquellas formas porque las veían en condición poco<br />
satisfactoria. A causa de esta negativa, tuvieron que ocuparlas otras monadas de clase inferior,<br />
y la consecuencia fue que, en lugar de mantener el adelanto conseguido con tan gran esfuerzo<br />
las formas cayeron en una condición todavía peor, y sus atrasados poseedores llegaron al<br />
extremo de cohabitar con algunas formas animales. A esto le llama Blavatsky el pecado de los<br />
amentes, del que derivaron algunos tipos de monos antropoides.<br />
La quinta, sexta y séptima subrazas de la tercera raza raíz tuvieron un aspecto humano<br />
mucho más marcado que sus predecesoras. La descripción que hemos hecho antes del hombre<br />
de la tercera ronda puede adaptarse bastante al hombre de la quinta subraza lemuriana. Con<br />
frecuencia se les ha llamado hombres de cabeza ovoide, por el parecido de su cráneo con un<br />
huevo cuyo vértice menor está hacia arriba. Tenían poca frente y los ojos cerca del vértice del<br />
ovoide.<br />
Los hombres de la sexta subraza se distinguían principalmente por su tono de color. No eran<br />
negros o de moreno oscuro como la quinta subraza, sino de azul negrino, que al fin de la<br />
subraza tomó un pronunciado azulado cárdeno.<br />
El color de la séptima subraza empezó por ser gris azulado y fue pasando por toda la gama<br />
del gris, hasta llegar al ceniza claro. Del tipo de sus facciones dan buena idea las estatuas<br />
erigidas por ellos mismos, algunas de las cuales todavía existen en la isla de Pascua. Su rostro<br />
era alargado como el del caballo, y en un principio tenían la punta de la nariz encima del<br />
centro de la cara, y al final de la raza la tuvieron exactamente en el centro de la línea trazada<br />
desde la frente hasta la barbilla. La frente todavía era un rollo óseo, si bien al término de la<br />
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