Leadbeater Charles - Vida Interna 2.pdf - Agricultura Celeste
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La <strong>Vida</strong> <strong>Interna</strong> - C.W. <strong>Leadbeater</strong><br />
médium apoyó entonces ligeramente su mano sobre el paquete y yo le dije al escéptico<br />
que formulara una pregunta mental. En esas condiciones oímos el movimiento del<br />
pizarrín en el interior del paquete, y tres golpecitos avisaron de que ya estaba escrita la<br />
respuesta. Yo le dije al escéptico: “Ahora, examine usted el paquete y la pizarra, y<br />
asegúrese de que nadie le ha hipnotizado ni ha puesto las manos en el paquete. Corte<br />
usted los cordeles y lea la respuesta.”<br />
Ambos lados de la pizarra estaban escritos en contestación, más o menos directa, con<br />
la pregunta mentalmente formulada. El escéptico, de momento, quedó profundamente<br />
impresionado, sin saber qué decir; pero, al cabo de un rato se descolgó con la cantinela<br />
de que en el fenómeno un engaño u otro tenía que haber habido y que, en realidad,<br />
nosotros no habíamos visto lo que vimos.<br />
El médium Eglinton tenía varios auxiliares. Uno de ellos era una muchacha piel roja<br />
llamada Daisy que charlaba por los codos, viniese o no a propósito. Otro era un árabe,<br />
de nombre Abdullah, de más de 1,85 m. de alto, que nunca desplegaba los labios, pero<br />
que producía notables fenómenos que a veces indicaban una fuerza muy grande. Yo le<br />
he visto levantar en vilo a dos corpulentos hombres, uno en cada mano. Otro se llamaba<br />
Ernesto, que raras veces se materializaba, pero que hablaba frecuentemente con voz<br />
directa y escribía con soltura y muy buen carácter de letra.<br />
En cierta ocasión, hablando con él le pregunté algo referente a los Maestros de<br />
Sabiduría y me habló de Ellos con profunda reverencia diciendo que varias veces había<br />
tenido el privilegio de verlos. Entonces le dije si estaba dispuesto a encargarse de<br />
llevarles un mensaje o una carta y me respondió que lo haría con mucho gusto tan<br />
pronto como se le deparase la ocasión, pero que no podía señalar plazo.<br />
En relación con esto debo mencionar que, posteriormente, tuve un buen ejemplo de la<br />
inseguridad de tales comunicaciones, pues mucho tiempo después un espiritista escribió<br />
al periódico Light manifestando que los Maestros eran un mito, porque Ernesto le había<br />
asegurado formalmente que no existían. Yo escribí al mismo periódico para decir que el<br />
mismo Ernesto me había declarado que los Maestros existían y que los conocía muy<br />
bien. Evidentemente, Ernesto había reflejado el pensamiento del que interrogaba, como<br />
tan a menudo hacen estas entidades.<br />
Volviendo al tema, desde luego acepté el ofrecimiento de Ernesto y le dije que<br />
escribiría una carta a uno de los Grandes Maestros y se la confiaría a él, si mi amigo y<br />
maestro el señor Sinnett lo aprobaba. Al oír este nombre, los “espíritus” dieron<br />
muestras de honda perturbación y, Daisy especialmente, se encolerizó muchísimo,<br />
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