Leadbeater Charles - Vida Interna 2.pdf - Agricultura Celeste
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La <strong>Vida</strong> <strong>Interna</strong> - C.W. <strong>Leadbeater</strong><br />
alma que vaga por el mundo gris (entre el físico y el astral) es lo bastante desdichada para<br />
advertir esta circunstancia, y en su locura obsesiona al cuerpo de un animal, o si no logra<br />
desalojar del todo al alma del bruto se esfuerza en compartir con ella su dominio y ponerse<br />
por este medio en contacto con el mundo físico, pues ve por los ojos del animal (lo que suele<br />
ser una experiencia muy curiosa) y siente cualquier dolor que sienta el animal, de modo que<br />
mientras tanto es el propio animal por lo que respecta a su conciencia.<br />
Un antiguo y respetable miembro de una de nuestras ramas teosóficas de Inglaterra explicó<br />
que había recibido la visita de un hombre que venía a pedirle consejo en circunstancias<br />
críticas. El visitante daba la impresión de haber estado en mejor situación social pero que,<br />
venido a menos, no tuvo más remedio que aceptar cualquier trabajo que se le ofreciese y así<br />
llegó a ser matarife en un gran matadero. Confesaba que le era absolutamente imposible<br />
seguir practicando su horrible oficio, porque cuando se disponía a sacrificar a las reses le<br />
conmovían con sus gritos de angustia que desgarraban el corazón, y le decían a voces: “¡Ten<br />
misericordia de nosotrosl No descargues el golpe porque somos seres humanos infusos en<br />
estos animales cuyos dolores sufrimos.” Así es que habiéndose enterado aquel matarife de que<br />
la Sociedad Teosófica estudiaba arduos problemas de no común resolución, había ido a<br />
pedirle consejo a nuestro hermano teósofo.<br />
Sin duda que aquel hombre era algo clarividiente, o tal vez lo bastante sensitivo para<br />
percibir los pensamientos de aquellos infelices egos que se habían asociado con animales y<br />
estos pensamientos le parecían gritos audibles de misericordia. No es extraño que fuese<br />
incapaz de continuar en su oficio.<br />
Esto puede dar lugar a que reflexionen cuantos comen carne, los que llaman deporte a la<br />
matanza de animales de la caza, tiro de pichón, etc. y sobre todo los viviseccionistas, pues el<br />
que mata o tortura a un animal se expone a infligir indecibles sufrimientos a un ser humano.<br />
No cabe duda de que la posibilidad en que un hombre materialista se halla de cometer tamaño<br />
error está disminuída por el fondo racional de la creencia dominante en varias tribus de que no<br />
deben matarse a ciertos animales “por recelo de que en él esté el espíritu de algún<br />
antepasado”. Porque el hombre que así se infunde en el cuerpo de un animal no puede<br />
abandonarlo cuando quiera pues aunque haya aprendido la manera de retirarse de él necesitará<br />
hacer para ello considerables esfuerzos de muchos días, y aun así sólo podrá retirarse<br />
gradualmente. Hasta la muerte del animal no suele verse libre, aunque todavía le queda<br />
entonces por deshacer el consorcio astral. Después de la muerte de la bestia, la entidad<br />
humana infundida en su cuerpo suele esforzarse en obsesionar a otro animal de la misma<br />
especie o cualquier otra criatura de quien pueda apoderarse en su desesperación.<br />
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