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1864. Viaje al centro de la Tierra

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Julio Verne http://www.jverne.net <strong>Viaje</strong> <strong>al</strong> <strong>centro</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Tierra</strong><br />

Aunque yo estaba seguro <strong>de</strong> pisar un suelo que jamás hol<strong>la</strong>ron mis pasos, advertía con<br />

frecuencia ciertos grupos <strong>de</strong> rocas cuya forma me recordaba a los <strong>de</strong> Puerto Graüben. A<br />

veces, había buen motivo para equivocarse. Cientos <strong>de</strong> arroyos y cascadas se precipitaban<br />

s<strong>al</strong>tando entre <strong>la</strong>s rocas. Creí volver a ver <strong>la</strong> capa <strong>de</strong> surtarbrandur, nuestro fiel Hans-Bach<br />

y <strong>la</strong> gruta en <strong>la</strong> que había recobrado <strong>la</strong> vida. Algunos pasos más lejos, <strong>la</strong> disposición <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

estribaciones <strong>de</strong>l monte, <strong>la</strong> aparición <strong>de</strong> un mochuelo, el perfil sorpren<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> una roca<br />

venía a sumergirme <strong>de</strong> nuevo en un pié<strong>la</strong>go <strong>de</strong> dudas.<br />

El profesor Li<strong>de</strong>nbrock participaba <strong>de</strong> mi in<strong>de</strong>cisión. No podía orientarse en medio <strong>de</strong><br />

ese uniforme panorama. Lo comprendí por <strong>al</strong>gunas p<strong>al</strong>abras que se le escaparon.<br />

-Evi<strong>de</strong>ntemente -le dije- no hemos regresado a nuestro punto <strong>de</strong> partida; pero no cabe<br />

duda que, contorneando <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya, nos aproximaremos a Puerto Graüben.<br />

-En ese caso -respondió mi tío-, es inútil seguir esta exploración, y me parece lo mejor<br />

que regresemos a <strong>la</strong> b<strong>al</strong>sa. Pero, ¿no te engañas, Axel?<br />

-Difícil resulta el dar una contestación categórica, porque todas éstas rocas se parecen<br />

unas a otras. Creo reconocer, sin embargo, el promontorio a cuyo pie construyó Hans el<br />

artefacto en que hemos cruzado el océano. Debemos estar cerca <strong>de</strong>l pequeño puerto, si es<br />

que no es este mismo -añadí examinando un surgi<strong>de</strong>ro que creí reconocer.<br />

nada...<br />

-No, Axel -dijo mi tío- encontraríamos nuestras propias huel<strong>la</strong>s, <strong>al</strong> menos, y yo no vea<br />

-¡Pues yo sí veo! -exc<strong>la</strong>mé arrojándome sobre un objeto que bril<strong>la</strong>ba sobre <strong>la</strong> arena.<br />

-¿Qué es eso?<br />

-¡Mire usted! -exc<strong>la</strong>mé, mostrando a mi tío un puñ<strong>al</strong> que acababa <strong>de</strong> recoger.<br />

-¡C<strong>al</strong>ma! -dijo este último-. ¿Habías traído esa arma contigo?<br />

-No ciertamente; supongo que <strong>la</strong> habrá traído usted.<br />

-No, que yo sepa; es <strong>la</strong> primera vez que veo semejante objeto.<br />

-Lo mismo me ocurre a mí, tío.<br />

-¡Es extraño!<br />

-No, Axel, es muy sencillo; los is<strong>la</strong>n<strong>de</strong>ses suelen llevar consigo esta c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> armas, y<br />

ésta pertenece sin duda a nuestro guía, que <strong>la</strong> ha perdido en esta p<strong>la</strong>ya...<br />

Sacudí <strong>la</strong> cabeza. Hans jamás había tenido aquel puñ<strong>al</strong> en su po<strong>de</strong>r.<br />

-¿Es entonces el arma <strong>de</strong> <strong>al</strong>gún guerrero antediluviano -exc<strong>la</strong>mé-, <strong>de</strong> un hombre vivo,<br />

<strong>de</strong> un contemporáneo <strong>de</strong> ese gigantesco pastor? ¡Pero no! ¡Esto no es un utensilio <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

edad <strong>de</strong> piedra! ¡Ni siquiera <strong>de</strong> <strong>la</strong> edad <strong>de</strong> bronce! ¡Esta hoja es <strong>de</strong> acero!<br />

Mi tío me cortó el camino por el que me arrastraba una nueva divagación, y con su<br />

tono frío me dijo:<br />

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