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1864. Viaje al centro de la Tierra

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Julio Verne http://www.jverne.net <strong>Viaje</strong> <strong>al</strong> <strong>centro</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>Tierra</strong><br />

-¡Cómo! -exc<strong>la</strong>mó mi tío-. ¿Se habían perdido <strong>la</strong>s provisiones?<br />

-Sí, he aquí todo lo que nos resta ¡un trozo <strong>de</strong> cecina para los tres!<br />

Mi tío me miró sin querer compren<strong>de</strong>r mis p<strong>al</strong>abras.<br />

-¿Qué t<strong>al</strong>? -le pregunté- ¿Cree usted todavía que podremos s<strong>al</strong>varnos?<br />

Mi pregunta no obtuvo respuesta.<br />

Transcurrió uno hora más y empecé a experimentar hambre violento. Mis compañeros<br />

pa<strong>de</strong>cían también, a pesar <strong>de</strong> lo cu<strong>al</strong> ni uno <strong>de</strong> los tres atrevíamos a tocar aquel miserable<br />

resto <strong>de</strong> <strong>al</strong>imentos.<br />

Entretanto, subíamos sin cesar con terrible rapi<strong>de</strong>z. F<strong>al</strong>tándonos a veces <strong>la</strong> respiración,<br />

como a los aeronautas cuando ascien<strong>de</strong>n con velocidad excesiva. Pero si éstos sienten un<br />

frío tanto más intenso cuanto mayor es <strong>la</strong> <strong>al</strong>tura a que se elevan en <strong>la</strong>s regiones aéreas,<br />

nosotros experimentábamos un efecto absolutamente contrario. Crecía <strong>la</strong> temperatura <strong>de</strong><br />

una manera inquietante, y en aquellos momentos no <strong>de</strong>bía bajar <strong>de</strong> cuarenta grados.<br />

¿Qué significaba aquel cambio? Hasta entonces, los hechos habían dado <strong>la</strong> razón a <strong>la</strong>s<br />

teorías <strong>de</strong> Davy y <strong>de</strong> Li<strong>de</strong>nbrock; hasta entonces <strong>la</strong>s condiciones particu<strong>la</strong>res <strong>de</strong> <strong>la</strong>s rocas<br />

refractarias, <strong>de</strong> <strong>la</strong> electricidad, <strong>de</strong>l magnetismo, habían modificado <strong>la</strong>s leyes gener<strong>al</strong>es <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Natur<strong>al</strong>eza, proporcionándonos una temperatura mo<strong>de</strong>rada; porque <strong>la</strong> teoría <strong>de</strong>l fuego<br />

centr<strong>al</strong> siendo; en mi opinión, <strong>la</strong> única verda<strong>de</strong>ra, <strong>la</strong> única explicable. ¿Íbamos a penetrar<br />

entonces en un medio en que estos fenómenos se cumplían en todo sin rigor, y en el cu<strong>al</strong><br />

el c<strong>al</strong>or reducía <strong>la</strong>s rocas a un estado completo <strong>de</strong> fusión? Así me lo temía, y por eso dije <strong>al</strong><br />

profesor:<br />

-Si nos ahogamos o nos estrel<strong>la</strong>mos, y si no morimos <strong>de</strong> hambre, nos queda siempre <strong>la</strong><br />

probabilidad <strong>de</strong> ser quemados vivos.<br />

Pero se contentó con encogerse <strong>de</strong> hombros, y se abismó <strong>de</strong> nuevo en sus reflexiones.<br />

Transcurrió una hora más, y s<strong>al</strong>vo un ligero aumento <strong>de</strong> <strong>la</strong> temperatura no vino ningún<br />

nuevo inci<strong>de</strong>nte a modificar <strong>la</strong> situación. Al fin, rompió el silencio mi tío.<br />

-Veamos -dijo- preciso tomar un partido.<br />

-¿Tomar un partido? -repliqué.<br />

-Sí; es preciso reparar nuestras fuerzas. Si tratamos <strong>de</strong> prolongar nuestra vida <strong>al</strong>gunas<br />

horas, economizando ese resto <strong>de</strong> <strong>al</strong>imentos, permaneceremos débiles hasta el fin.<br />

-Sí, hasta el fin, que no se hará esperar.<br />

-Pues bien, si se presenta ocasión <strong>de</strong> s<strong>al</strong>varnos, ¿dón<strong>de</strong> h<strong>al</strong><strong>la</strong>remos <strong>la</strong> fuerza necesaria<br />

para obrar, si permitimos que nos <strong>de</strong>bilite el ayuno?<br />

-Y una vez que <strong>de</strong>voremos este pedazo <strong>de</strong> carne, ¿qué nos quedará ya, tío?<br />

-Nada, Axel, pero, ¿te <strong>al</strong>imentará más comiéndolo con <strong>la</strong> vista? ¡Tus razonamientos son<br />

propios <strong>de</strong> un hombre sin voluntad, <strong>de</strong> un ser sin energía!<br />

-Pero, ¿aún conserva usted esperanzas? -le pregunté, irritado.<br />

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