LECTURAS UNO DE AGOSTO DE 2008 - Insumisos
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incorporarse a ese sector. Los años de vigencia de la democracia nos ofrecen muchos casos y<br />
ejemplos. Por otro lado, es un sector vulnerable al poder, que concede y exige.<br />
Esa oligarquía es la que se alinea, más o menos groseramente, con el actual Gobierno, que usa con<br />
mucha eficiencia los mecanismos de presión y control. A la vez, desde el Gobierno se catapulta a<br />
nuevos miembros del club oligárquico. Son ellos uno de los destinatarios principales de los<br />
subsidios y de lo que, de manera eufemística, se llama la "redistribución" (de la que también<br />
participan otras corporaciones organizadas, como los sindicatos o las llamadas "organizaciones<br />
sociales").<br />
La vieja oligarquía terrateniente -lo poco que queda de ella- unió sus destinos al conjunto de los<br />
productores agrarios. La espectacular explosión productiva, que se inicia precisamente en los años<br />
setenta, los ha convertido en el sector que menos necesita prebendas y subsidios. Quizá por eso<br />
es el único que conserva la posibilidad de expresar libremente qué es lo que quiere.<br />
Otra cosa es el discurso político, es decir, las palabras con las que cada uno construye el campo, se<br />
posiciona y define al otro. Allí, la "oligarquía" existe, como categoría y como posición negativa,<br />
desde tiempos del radicalismo yrigoyenista (Yrigoyen la llamaba "el régimen falaz y descreído"), y<br />
desde el primer peronismo, que hizo amplio uso de ella, agregando frecuentemente el adjetivo<br />
"antipatria". La palabra tiene resonancias sociales, pero en términos políticos simplemente<br />
denomina al otro en relación con uno mismo. Ese uno que define es identificado, también desde el<br />
principio del siglo XX, como el "pueblo" o "la nación", casi indistintamente. La oligarquía es<br />
sencillamente el enemigo del pueblo y de la nación, y en ese sentido es especialmente plástica y<br />
ubicua. Cualquier dificultad o traspié de quien se adjudica la representación única del pueblo<br />
puede ser atribuida a ella, una y muchas a la vez.<br />
Un resultado paradójico<br />
No es un invento argentino. Así funcionó en tiempos de la Revolución Francesa el llamado<br />
"complot aristocrático". Desde entonces, muchas veces, ha sido propio de una manera de hacer<br />
política que descarta el pluralismo y la discusión con otro que puede ser, simplemente, adversario,<br />
o expresión de un interés tan legítimo como el propio.<br />
Este discurso político, que divide la realidad entre "pueblo" y "oligarquía", está ampliamente<br />
emparentado con el discurso nacionalista, que las divide en "nación" y "enemigos de la nación".<br />
Los constructores de discursos políticos generalmente asocian una con otra. Comparten la misma<br />
dimensión paranoica: el otro, el de afuera, es culpable de nuestros males, porque su único interés<br />
es destruirnos.<br />
Sumando las dos cosas, tenemos este resultado paradójico: un gobierno que se apoya -aunque no<br />
solamente- en la oligarquía económico-social acusa de oligárquicos a otros, entre ellos a conjuntos<br />
sociales, como el llamado "campo", que cualquiera, sin prevención, consideraría<br />
predominantemente "populares".<br />
Por Luis Alberto Romero<br />
Argentina<br />
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