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MURO, memorias y testimonios (1961-2002). - Secretaría General ...

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escrito. Usted úselos y yo le mando una carta insultándolo, diciéndole<br />

que usted es un bribón, que se ha adueñado de ellos sin permiso, que se<br />

los voy a quitar, sólo que se los voy a quitar al día siguiente de la<br />

elección’. Efectivamente, tardaron varios días en reportar el caso, porque<br />

la gente no se fija. El que rentaba aquellos sí se dio cuenta y le avisó a la<br />

cervecería. Ese día me mandó una carta y esperó contestación; yo tardé<br />

en contestarle y, en fin, hasta que llegó el día de la elección y entonces los<br />

quitaron. Ya para qué. Ya no hacía falta” (Ibid., p. 47). Farías se ufana<br />

también de sus manejos legislativos en el 68, en la época en que “vinieron<br />

los Juegos Olímpicos y había muchos líos”. Afirma: “...hablé a los Juegos<br />

Olímpicos, conseguí paquetes, hablé a la <strong>Secretaría</strong> de Hacienda para<br />

conseguir un poco más de dinero; compraba paquetes de 800 mil pesos o<br />

de un millón; eran millones de pesos cada día para poder mandar a las<br />

gentes y que tuvieran un buen lugar... Sí, yo los mandaba a los Juegos<br />

Olímpicos. Todos iban, nadie asistía a la Cámara; no teníamos problemas.<br />

Así deshice el quorum varias veces” (p. 184). En sus <strong>memorias</strong>, Luis M.<br />

Farías hace también la apología de quien fuera presidente en el 68: “Díaz<br />

Ordaz aceptó toda la responsabilidad aun sin tener la culpa. Así se gobierna.<br />

Claro que recibió muchas críticas, que yo considero injustificadas. Sólo<br />

digo que a él se debe que el país haya vivido tranquilo en los últimos 23<br />

años. Sí, hemos tenido paz y tranquilidad 23 años gracias a la decisión<br />

que él tuvo para sostener a capa y espada a los militares y a Echeverría,<br />

que había tomado medidas muy drásticas, pero indispensables, para hacer<br />

respetar el Estado” (p. 193). Según Farías, entre sus conocidos se<br />

encontraba el general Hernández Toledo, que fue herido en la noche de<br />

Tlaltelolco, pues había sido “coronel de las tropas paracaidistas de las<br />

guardias presidenciales cuando estaba el general Cornejo Brun” (p. 195).<br />

23 Ibid., p. 13.<br />

24 Acerca de los <strong>testimonios</strong> recientes sobre Yunque, vid. González, La<br />

Última Cruzada, op. cit.<br />

25 Op. cit., p. 178.<br />

26 Excélsior, 4 de abril, 1991, secc. metropolitana, p. 10.<br />

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