Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. X¡ 215<br />
tanasia. Ello es debido, nos parece, al carácter genérico de la «escala» de la individualidad.<br />
Pues la individualidad orgánica desde la cual estamos tratando al moriturus<br />
es, sin duda, un componente esencial pero no específico de la muerte humana.<br />
Es una característica común a todos los organismos vivientes y, por ello<br />
mismo, mortales. Cuando muere nuestro perro también se transforma su individualidad<br />
orgánica viviente en un cadáver que mantiene la individualidad, incluso<br />
su nombre propio, en el momento de ser enterrado. (También aquí se aplican las<br />
alternativas de referencia, ¿muere el cuerpo o el alma del animal? ¿se transforma<br />
su cantidad o su calidad?) Los primeros enterramientos practicados ceremonialmente<br />
por nuestros antepasados del paleolítico superior son enterramientos de<br />
osos, almacenamientos intencionales de restos de osos, como los de la cueva de<br />
Drachenloch (en San Gall). A esta escala, los problemas de la eutanasia son problemas<br />
comunes a los animales y a los hombres. En nuestros mataderos, las técnicas<br />
de matar aves, cerdos o vacas, mediante descargas eléctricas, tienen un significado<br />
eutanásico, sin perjuicio de sus implicaciones económicas, y ello es debido<br />
a que la muerte, cuando tomamos como término a quo la individualidad orgánica,<br />
es un concepto genérico.<br />
En cambio nos parece no sólo posible sino también necesario, desde posiciones<br />
racionalistas mantener la segunda estrategia en relación con los conjuntos<br />
de alternativas propuestos en tomo al terminas ad quem de la transformación mortal,<br />
es decir, a la idea de la individualidad muerta, del cadáver. Brevemente, expresaríamos<br />
nuestra tesis según la cual no cabe dudar, en términos de racionalidad,<br />
de la universalidad de la «transformación mortal» (de la premisa mayor del<br />
«silogismo fúnebre», todo hombre es mortal, que no tiene excepciones) ni cabe<br />
dudar de la irreversibilidad de esta misma transformación. La creencia en la resurrección<br />
de la carne es irracional, es un mito débil, porque incluso carece de la<br />
capacidad «mitopoiética» suficiente para desarrollarse en direcciones que obligadamente<br />
tendría que recorrer, como serían las del siguiente tenor: «¿en qué año<br />
de la vida y en qué estado de la misma tiene lugar la resurrección?» (pues el mito<br />
carecería de sentido si propusiese la resurrección de un cuerpo decrépito, en estado<br />
de agonía: el mito de la resurrección de la carne no tiene el sentido de la prolongación<br />
indefinida de la agonía humana.)<br />
10. El planteamiento del problema de la eutanasia en función del terminus<br />
ad quem.<br />
Hemos de volver, por tanto, una vez fijadas las alternativas referentes al terminus<br />
ad quem de la transformación mortal a una reformulación de las alternativas<br />
propuestas para conceptualizar el terminus a quo de esta transformación, en<br />
tanto quiere ir referida a la muerte hunwna, en cuanto es humana. Pero, como hemos<br />
dicho, cuanck) nos atenemos a la escala de la individualidad viviente, la muerte<br />
humana queda reducida a su momento genérico, a la muerte en su sentido zoológico,<br />
determinada sin duda en el hombre, pero mediante el tipo cte especificación<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996