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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong> .XI 231<br />

nidad corresponde a la <strong>persona</strong> y no al individuo. Pero quien maquina para anticipar<br />

el fallecimiento de otra <strong>persona</strong>, a fin de restarle fama o de degradar su memoria,<br />

o simplemente, de interrumpir su influencia -aun cuando utilice métodos de<br />

muerte eutanásica- no puede considerarse como administrador de una eutanasia <strong>persona</strong>l,<br />

sino todo lo contrario. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que la distinción<br />

entre una eutanasia que se administra en beneficio propio (y con daño para el<br />

moriturus) y una eutanasia administrada en beneficio del moriturus, es tan débil<br />

como pueda serlo la distinción entre eutanasia activa y pasiva. ¿Qué puede significar<br />

«en beneficio del moriturus» si a la vez no se sigue un beneficio propio en sentido<br />

moral? ¿Cómo puede infringirse un daño a otro sin recibirlo a la vez, por algún<br />

otro conducto, uno mismo? ¿No demostró Platón en su Gorgias y en otros lugares<br />

que quien comete la injusticia recibe mayor daño que quien la recibe?<br />

Si queremos ahora dar sentido a los casos de «eutanasia <strong>persona</strong>l no operatoria»,<br />

es decir, el caso del «fallecimiento bueno» -en cuyo concepto no queramos<br />

incluir más determinaciones- parece evidente que tendremos que pensar en<br />

algo así como un fallecimiento en el cual la <strong>persona</strong> deja buena memoria de sí en<br />

los demás, independientemente de los sentimientos subjetivos, placenteros o dolorosos,<br />

que haya experimentado el moribundo. Desde la perspectiva <strong>persona</strong>l, es<br />

obvio que la bondad de la eutanasia <strong>persona</strong>l no habría de medirse por relación a<br />

los sentimientos del fallecido («cuando yo existo la muerte no existe &c.»), sino<br />

por relación a los sentimientos de sus amigos, o de sus enemigos. Es evidente que<br />

el concepto de un buen fallecimiento, el concepto de una eutanasia <strong>persona</strong>l, está<br />

en función no de los acontecimientos subjetivos que tengan lugar en los últimos<br />

momentos de la vida del individuo, sino en función de toda su biografía. Y aquí<br />

podría tomar inspiración la sentencia que nos dice que el sentido de la vida es la<br />

preparación para la muerte.<br />

16. El individuo no puede ser sujeto de la eutanasia.<br />

Hay que reconocer, en todo caso, que las cuestiones sobre la eutanasia que<br />

han saltado en los últimos tiempos al primer plano de la actualidad (entre otros<br />

motivos, sin duda, por la extensión de la seguridad social a los enfermos y ancianos<br />

que, fuera de todo ámbito familiar, deben llenar residencias y hospitales, permaneciendo<br />

en estado de aislamiento) se plantean casi exclusivamente en tomo a<br />

la eutanasia del individuo (y en efecto, ese ocupante de camas «anónimas» de hospitales,<br />

es un individuo des-<strong>persona</strong>lizado) y eutanasia significa en la práctica «anticipación<br />

de la muerte a un individuo enfermo irreversible incapaz y que sufre y<br />

hace sufrir a los demás». Que sea el individuo el centro en tomo al cual giran hoy<br />

principalmente los problemas sobre la eutanasia, no quiere decir que estos problemas<br />

puedan ser formulados con abstracción de la Persona. Más bien las cosas<br />

ocurren como si se aceptase el supuesto (que implica, por sí mismo, un gran compromiso<br />

no sólo ideológico, sino también ético) según el cual el individuo candidato<br />

a la eutanasia está ya des<strong>persona</strong>lizado y que es esta situación la que auto-<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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