Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. V 145<br />
tado, sino en función de la composición de este sistema con determinadas premisas<br />
(científicas, morales, &c.) que supondremos apoyadas «en el presente». De este<br />
modo, podremos transformar lo que acaso comienza siendo un mero sistema taxonómico<br />
doxográfico en un sistema clasificatorio crítico dialéctico.<br />
En cualquier caso, nuestro «partidismo» no quiere significar una especie de<br />
autorización para desentendemos de las ideas de <strong>persona</strong> que consideremos rechazables.<br />
Nuestro partidismo es dialéctico, precisamente porque supone que la<br />
parte elegida no tiene una figura susceptible de ser delimitada por sí misma; sino<br />
que, en gran medida, su delimitación sólo es posible por la negación de las otras<br />
alternativas, al extremo de poderse decir que la parte elegida sea, hasta cierto<br />
punto, una contrafigura de las partes que hemos rechazado. Por ello no podrán ser<br />
estas concepciones, aunque rechazadas, ignoradas o mantenidas al margen. Sólo<br />
cabe hablar de una concepción filosófica de la <strong>persona</strong> cuando, entre otras cosas,<br />
las concepciones que rechazamos se nos presenten como responsables, en cierto<br />
modo, de un moldeamiento de la propia posición elegida.<br />
V. El sistema de las seis ideas de <strong>persona</strong> como sistema dialéctico.<br />
1. Diversidad de ideas de <strong>persona</strong> enfundan de determinadas tradiciones<br />
histórico culturales.<br />
La Idea de Persona que buscamos determinar como idea transcendental, capaz<br />
de llevar a cabo el «desbordamiento» del individuo humano respecto de las<br />
categorías (biológicas, psicológicas, sociológicas, ideológicas...) en las cuales está<br />
y permanece inserto, requiere un tratamiento filosófico; pues sólo de este modo<br />
será posible rebasar, sin destruirlas todas, las categorías desde las cuales la <strong>persona</strong><br />
puede ser «manipulada» prácticamente, apoyándose en su individualidad,<br />
por biólogos, psicólogos, políticos, sociólogos o ideólogos.<br />
Ahora bien: la «idea transcendental» de <strong>persona</strong> que, por nuestra parte, defendemos,<br />
constituye, junto con otras, un grupo de ideas de <strong>persona</strong> (de seis ideas,<br />
en el sistema que presentaremos) que pueden considerarse conformadas todas ellas<br />
en tradiciones históricas y sociales relativamente precisas (aunque en modo alguno<br />
homogéneas) que caracterizaremos, del modo más neutro posible, como «tradiciones<br />
mediterráneas» (griega, romana, cristiana). Un grupo de ideas que, sin<br />
perjuicio de su diversidad, y aún de su mutua incompatibilidad, contrasta, precisamente<br />
en lo que se refiere al modo de poner las relaciones entre el individuo y<br />
la <strong>persona</strong>, con otras ideas o grupos de ideas adscribibles a tradiciones o culturas<br />
diferentes (por ejemplo, orientales) y con las cuales la «tradición mediterránea»<br />
ha estado vinculada polémicamente a lo largo de su historia. En efecto, esta tradición<br />
mediterránea, en cuyo ámbito se han reflejado muy diferentes figuras procedentes<br />
de otras sociedades y épocas, es aquella a partir de la cual se ha confor-<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996