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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> v<strong>persona</strong>. II 127<br />

menzar a ser desligada de las reivindicaciones nacionalistas (la salvación del pueblo<br />

judío); una salvación que, gracias al «horizonte romano», podría ser referida,<br />

en principio, a todos los hombres, a todos los individuo humanos, y muy especialmente<br />

a los humildes, a los marginados, esclavos o bárbaros. Por así decir,<br />

Roma haría posible la elevación de los individuos a la condición de ciudadanos,<br />

de hombres libres, con plenos derechos propios de las <strong>persona</strong>s.<br />

El cristianismo paulino -Pablo es ciudadano romano- no quiere oponerse al<br />

Imperio; al revés, tendrá que asumir su perspectiva y se plegará a ella, salvo en el<br />

reconocimiento de la divinidad del emperador. La resistencia a este reconocimiento<br />

tenía graves implicaciones en materia de «objeción militar de conciencia»; implicaciones<br />

que cambiarán de signo en cuanto el Imperio reconozca al cristianismo<br />

como religión oficial: a partir de entonces será la Iglesia -en el Concilio de Arlésla<br />

que condenará a todo aquél que, pudiendo convertirse en «soldado de Cristo»,<br />

desprecie las armas. «El hecho de que Pablo pudiera posiblemente acoger la idea<br />

de que en el orden político de la época, en la administración de los funcionarios de<br />

su tiempo operaba un principio divino, solo podía ocurrir, fundamentalmente, porque<br />

no era un judío que odiase a Roma, sino un helenista y un ciudadano romano»,<br />

dice J. Weiss (ver el libro fundamental de Gonzalo Puente Ojea: La formación del<br />

cristianismo como fenómeno ideológico, Siglo xxi, Madrid 1984^, pág. 221). Lo<br />

verdaderamente importante a tener en cuenta para nuestro propósito es que esta<br />

transformación del cristianismo mesiánico judío (revolucionario políticamente) en<br />

un cristianismo soteriológico universal (contemporizador con el Imperio y aliado<br />

luego con él) aunque ideológicamente pueda verse como un revisionismo (Kautsky)<br />

-pero de los intereses políticos de la comunidad judía- sin embargo históricamente<br />

fue decisivo en el desarrollo de la ideología romana en tomo a la <strong>persona</strong>. «Al optar<br />

por la pax romana -dice Puente Ojea, op.cit., pág. 222- Pablo se pronunciaba<br />

contra todo movimiento eficaz de emancipación económica social y política de dichas<br />

masas (de ciudadanos romanos desposeídos y explotados).»<br />

Esta observación es bastante cierta, desde el punto de vista político-económico,<br />

pero no tanto desde el punto de vista político-religioso. Porque lo que ofrecía<br />

el cristianismo era la salvación del individuo mediante su elevación, en cuanto<br />

tal, a la condición de <strong>persona</strong>, sin necesidad de pasar por la ciudadanía romana,<br />

aunque presuponiéndola. El individuo humano recibirá la plenitud de los derechos<br />

fundamentales como miembro del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia; una Iglesia que.<br />

más adelante, será conceptualizada a partir de la idea política de ciudad, como «Ciudad<br />

de Dios» (que no se reduce, por tanto, a la mera entidad teológica, «estratosférica»,<br />

transcendente, que parece sugerir su concepto, sino que tiene una realidad<br />

terrestre, cada vez más poderosa, internacional, inmanente). «Ya no hay griegos ni<br />

bárbaros», dirá San Pablo. El individuo que, al cabo de unos siglos, llegue a ser<br />

ciudadano, no ya tanto de Roma, la Ciudad terrena, sino de la Ciudad de Dios (que<br />

puede considerarse como una generalización, llevada al límite, de la idea de Ciudad<br />

romana universal), el individuo al cual los méritos de Cristo han elevado a su<br />

plenitud, gracias a la cual ese individuo ya no será un medio sino un fin (y un fin<br />

no «egoísta», puesto que se ordena a su vez a los fines comunes propios de las par-<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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