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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. XI 217<br />

del Perú) es un individuo que mediante un violento vaivén dado a la cabeza del enfermo<br />

terminal, tumbado boca abajo, le desarticula las vértebras cervicales. El nmnbre<br />

de su oficio (des-penador) sugiere que no intenta matarle, sino quitarle los sufrimientos;<br />

traduciendo este concepto emic a nuestras coordenadas etic, estaríamos<br />

ante un caso puro de eutanasia activa indirecta. ¿Es eutanasia activa, directa o indirecta,<br />

la «eutanasia psicológica» practicada en algunos pueblos de China por la<br />

que, mediante unas ceremonias funerales terroríficas realizadas en presencia del<br />

moribundo se consigue acelerar eficazmente la transformación mortal? Los venenos<br />

cántabros de los que hablaron Estrabón o Plinio, eran instrumentos de eutanasia<br />

activa o quizá de suicidio asistido o recomendado. Ahora bien: todas estas<br />

instituciones, que son sin duda morales, en el sentido emológico, en cuanto se refieren<br />

a mores de los pueblos, tanto pueden ser aducidas en favor de la eutanasia<br />

como en contra de ella, y esto en función del significado «prehistórico», al menos<br />

residual (salvajismo, barbarie, &c.), que se atribuya a estos pueblos, sin perjuicio<br />

de que sean hombres. Pues la pregunta no es si un «salvaje» es hombre; la pregunta<br />

es si un salvaje es <strong>persona</strong>. Es decir, la cuestión es si cabe o no llamarle salvaje por<br />

el hecho de ser humano. Por lo demás, el escepticismo ante el «buen salvaje» como<br />

paradigma de moralidad, no implica la consideración de los hombres civilizados<br />

como encamación de tal paradigma. El hombre civilizado puede ser tan cruel y<br />

más que el salvaje; pero acaso el salvaje no pueda alcanzar, por serlo, un grado de<br />

«moralidad» tan elevado como pueda alcanzarlo el hombre civilizado.<br />

La <strong>persona</strong>lidad, suponemos por nuestra parte, sólo puede constituirse a partir<br />

de un medio social y cultural muy desarrollado (con un lenguaje que conste de<br />

pronombres <strong>persona</strong>les y de nombres propios), cuando las prolepsis normativas<br />

alcanzan un nivel de interacción tal que sean capaces de «moldear» a los individuos<br />

elevándolos, por anamorfosis, a la condición de <strong>persona</strong>s. Por ello, tampoco<br />

puede atribuirse, en la línea ontogenética, al embrión o feto humano, como si la<br />

<strong>persona</strong>lidad fuera una estructura que brotase «de dentro hacia fuera» (y esto sin<br />

perjuicio de que el embrión o el feto esté ya plenamente individualizado en sus<br />

rasgos anatómicos y aún caracterológicos). La <strong>persona</strong>lidad sólo la adquiere el individuo<br />

en una atmósfera social y cultural históricamente dada, tal en la que, entre<br />

otras cosas, existen normas jurídicas que otorgan al individuo la condición de<br />

<strong>persona</strong> (en el Código Civil español, artículo 30, se dice que «para los efectos civiles<br />

[es decir, de registro civil, sucesiones, honores: no pwti efectos penales, por<br />

ejemplo, los que tienen que ver con los artículos 144 a 146 del Código Penal] sólo<br />

se reputará nacido el feto que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas<br />

enteramente desprendido del seno materno». La idea de <strong>persona</strong> implica pluralidad<br />

de <strong>persona</strong>s y esta tesis está de hecho reconocida en la misma teología trinitaria,<br />

según la cual la atribución de la <strong>persona</strong>lidad al Dios aristotélico exige reconocer<br />

en este Dios al menos tres <strong>persona</strong>s: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La idea<br />

de Persona -por tanto, la idea de una «Sociedad de <strong>persona</strong>s»- es una idea pura,<br />

no empírica, una idea constitutiva y no meramente regulativa, a la manera como<br />

el concepto geométrico de esfera es una estructura constitutiva (y no empírica ni<br />

meramente regulativa) sin que por ello sea un concepto utópico o ucrónico, en el<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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