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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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230 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />

Suetonio añade: «su muerte [fallecimiento] fue tranquila [eutanásica] como<br />

siempre la había deseado.» Vemos así la muerte de Augusto como algo más que<br />

una muerte «natural», zoológica: vemos allí una representación teatral, el último<br />

acto (operación) <strong>persona</strong>l de un actor que, quitándose la máscara (prosopon = <strong>persona</strong>)<br />

una vez terminada la comedia, ruega a los otros <strong>persona</strong>jes que asisten a su<br />

fallecimiento, que le aplaudan, si es que juzgan que su <strong>persona</strong>je ha sido bien interpretado.<br />

La <strong>persona</strong> ha hecho pues, en resumen, más que morir. Se ha quitado<br />

operatoriamente la máscara en el momento oportuno, o bien ésta ha caído (fallere)<br />

como cae el telón. Ha «entregado» su <strong>persona</strong>. No cabe duda de que la muerte de<br />

Augusto es a la vez un fallecimiento eutanásico, una buena muerte de la <strong>persona</strong>,<br />

como, en escenarios muy distintos, cristianos, también podríamos encontrar ejemplos<br />

emic de «fallecimientos tranquilos» y operatorios de las <strong>persona</strong>s que al morir<br />

«entregan su espíritu en paz y en gracia de Dios {id est, de las <strong>persona</strong>s divinas)<br />

confortados por los sacramentos». Y no hace falta ir a buscar ejemplos cristianos<br />

más allá del siglo de Augusto. La propia muerte de Cristo, de quien los cristianos<br />

quieren ser imitación, tal como es interpretada por los teólogos, desde San Juan<br />

Crisóstomo hasta Santo Tomás de Aquino, puede ser interpretada, en nuestros términos,<br />

como un fallecimiento preparado y calculado, como si de una tragedia teatral<br />

se tratase, por el mismo Cristo en función de las demás <strong>persona</strong>s cuya salvación<br />

se buscaba. Por ello, dice Santo Tomás (S.Th. 3,46,3,2), Cristo no quiso<br />

morir ex morbo, nec in senectute, sino de muerte violenta y en su juventud «para<br />

que no se juzgase que moría de enfermedad o forzado por la edad».<br />

De acuerdo con estos ejemplos, la eutanasia <strong>persona</strong>l no sólo se nos presenta<br />

como una eutanasia operatoria en su plano, sino también comportando la conformidad<br />

del moriturus. Además, en los ejemplos analizados, la eutanasia <strong>persona</strong>l<br />

operatoria presenta emic una calificación moral y aún estética de signo claramente<br />

positivo (reanalizando el relato de Suetonio, podríamos encontrar en el comportamiento<br />

de Augusto una «eutanasia <strong>persona</strong>l considerada como una de las bellas<br />

artes», para decirlo con la fórmula que Thomas de Quincey utilizó en su ensayo<br />

sobre el asesinato, y a su estilo). Esto no excluye que desde otras perspectivas,<br />

que pueden ir desde el calvinismo hasta el existencialismo, los tipos de eutanasia<br />

<strong>persona</strong>l operatoria que hemos considerado y que implican sobre todo las operaciones<br />

del mismo moribundo, puedan recibir (tanto la teatral como la mística) una<br />

agria calificación moral negativa, como inspiradas por una frivola superficialidad<br />

o por una falsa conciencia.<br />

¿Tiene algún significado la eutanasia <strong>persona</strong>l operatoria cuando las operaciones<br />

se supongan ejecutadas por <strong>persona</strong> o <strong>persona</strong>s distintas del fallecido? Podrían<br />

incluirse en este concepto operaciones destinadas a anticipar el fallecimiento<br />

de una <strong>persona</strong> de suerte que este fallecimiento pudiera constituir (en función de<br />

una tabla de valores dados) un fallecimiento glorioso o heroico, que, sin perjuicio<br />

del sufrimiento eventual del moriturus, dejase a salvo el honor de su <strong>persona</strong>, evitando<br />

una degradación que se diera como segura («vale más morir de pie que vivir<br />

de rodillas»). Probablemente así pueden interpretarse muchas de las intenciones de<br />

quienes justifican la eutanasia por el «derecho a una muerte digna», si es que la dig-<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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