Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. XI 207<br />
es cierto que cuando en el análisis de la idea de eutanasia regresamos a una idea<br />
de muerte tan primitiva como la que está sugerida por la conexión de la Muerte<br />
con la Nada, o, lo que es lo mismo, con la concepción de la muerte como aniquilación,<br />
nos ponemos en peligro (por no citar el «peligro de recaída en la metafísica»)<br />
no ya de alejamos excesivamente de la cuestión que nos ocupa (que es la<br />
eutanasia tomada eminentemente en la acepción que hemos llamado médica), pues<br />
no constituye ningún alejamiento el regresar a los componentes internos de una<br />
idea dada, sino el de no poder reanudar esas ideas con el objeto formal de nuestro<br />
interés de ahora mismo. Por este motivo, y no por la pretensión de liquidar estas<br />
conexiones, tantas veces maltratadas por los metafísicos, es por lo que considero<br />
prudente evitar comenzar concibiendo a la muerte (y, por tanto, a la eutanasia)<br />
en función de la nada (y, correlativamente, comenzar concibiendo a la vida en<br />
función del Ser o del Acto) para, en cambio, comenzar por una definición de<br />
Muerte y correlativamente de Vida que, siendo más positiva y operatoria, deje<br />
abierta sin embargo la puerta para ulteriores análisis.<br />
7. Reducción positiva de las ideas de Vida y de Muerte.<br />
Es desde estos presupuestos desde los cuales parece conveniente comenzar<br />
reduciendo (aunque con una intención meramente coordinativa que no busca identificar<br />
y en todo caso que no tiene el sentido de una reducción descendente) la idea<br />
de Vida al concepto de «organismo vivo» (con lo cual, a la vez, eliminamos, desde<br />
luego, de nuestro horizonte, las pretensiones de quienes conceden sentido al concepto<br />
de una vida no orgánica, incorpórea, espiritual, pero sin que esto equivalga<br />
a identificar la idea de vida con algún concepto del campo categorial de la bioquímica).<br />
Asimismo comenzaremos por «reducir» la idea de la muerte al concepto<br />
positivo de organismo muerto o cadáver (con lo cual eliminamos, desde luego, la<br />
definición de la muerte por medio de la idea de «aniquilación») sin que por ello<br />
consideremos que nos hemos logrado desentender de la idea de la Nada. La Muerte<br />
no será por tanto, a esta escala, una aniquilación, sino una transformación del organismo<br />
vivo en un cadáver. Y el cadáver no es la nada. El cadáver conserva, incluso<br />
en general, la individualidad propia del organismo viviente (los escolásticos<br />
hablaban de una «forma cadavérica»). Es cierto que la muerte puede comportar<br />
ya de inmediato (por ejemplo, la muerte en la hoguera) una transformación tal del<br />
organismo vivo que las partes formales de este organismo ya no tengan ningún<br />
coordinante con las partes del organismo muerto reducido a cenizas (es decir, a<br />
partes materiales). Es cierto que, a largo plazo, el esqueleto de Tutankamen está<br />
llamado a desaparecer y, como el de César de Shakespeare, acaso terminó yendo<br />
a parar, convertido en una pella de barro, en algo que está tapando el agujero de<br />
una tapia. Pero estas pueden considerarse como transformaciones ulteriores del<br />
cadáver y no invalidan la definición originaria de la muerte como transformación<br />
del organismo viviente en un cadáver (que, con mayor o menor velocidad, habrá<br />
de sufrir a su vez transformaciones ulteriores). Lo que nos importa subrayar aquí<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996