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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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202 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />

límites extremos de la norma vital de nuestra sociedad (entre 75 y 80 años) son<br />

«antinaturales», si es cierto que la duración natural de la vida de un mamífero sería<br />

siete veces el período de maduración, es decir, en el hombre, unos 147 años.<br />

O, por el contrario, desde una perspectiva pesimista, que supone que el mal está<br />

en la vida misma, como «voluntad y representación», ¿no es la muerte un bien y,<br />

en consecuencia, una buena muerte, una muerte eutanásica, no es intrínsecamente<br />

un concepto redundante? («ven muerte tan escondida que no te sienta venir; porque<br />

el placer de morir no me vuelva a dar la vida»).<br />

3. Concepto antiguo (no operacional) y concepto moderno (operacional)<br />

de eutanasia.<br />

Pero la bondad o maldad podría ir referida a la «génesis», es decir, al proceso<br />

mismo del morir, independientemente de que el resultado de este proceso, la<br />

muerte, se considerase bueno o malo. Sospecho que el concepto de «eutanasia»<br />

está pensado en este contexto procesual, con abstracción de la consideración del<br />

resultado de este proceso, que es la muerte; y sospecho que esta abstracción es la<br />

clave principal de la simplificación (o si se quiere, de la clarificación o trivialización)<br />

del concepto de eutanasia.<br />

Consideramos de importancia principal distinguir, ya dentro de este contexto<br />

procesual, la posibilidad de una doble perspectiva según que el proceso se considere<br />

en términos no operacionales o, por el contrario, según que se considere el<br />

proceso como coordinado con una secuencia de operaciones (tecnológicas, políticas,<br />

&c.).<br />

Parece obligado decir que el concepto antiguo de eutanasia se dibujaba en<br />

un contexto procesual pero no operatorio (al menos cuando nos atenemos a situaciones<br />

dadas sobre el campo biológico). Sencillamente, el proceso de la muerte<br />

como «proceso natural», que no excluye operaciones «<strong>persona</strong>les» tales como hablar,<br />

testar, despedirse, &c. podría ser bueno o malo, desde el punto de vista del<br />

sujeto que la experimenta. Una buena muerte, una eutanasia -como la que, según<br />

Suetonio, tuvo Augusto (más adelante habremos de referimos a ella)- sería término<br />

adecuado a una vida buena o, al menos, llevada hermosa y gloriosamente.<br />

Pero el concepto «moderno» de eutanasia incluye algo más que un proceso<br />

natural «bien llevado» a cargo del moriturus. El concepto moderno de eutanasia<br />

incluye formalmente las operaciones (de significado biológico) ejecutadas por<br />

<strong>persona</strong>s distintas del moriturus (con intención de favorecerle), generalmente el<br />

médico que asiste a esa <strong>persona</strong> en un proceso terminal e irreversible, y no excluye<br />

las operaciones de significado biológico del moriturus dirigidas a quitarse<br />

la vida, pero siempre en co-operación con la <strong>persona</strong> que administra o dispone la<br />

eutanasia (esta cooperación es lo que diferencia el suicidio simple del «suicidio<br />

asistido»). Esta acepción moderna de eutanasia -que, en el fondo, no es otra cosa<br />

sino la acepción biológico-operatoria- se atribuye al filósofo inglés Francisco Bacon<br />

en su Historia vitae et monis (1623). («En nuestros tiempos -dice el Canci-<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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