Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. Vil 175<br />
<strong>persona</strong> humana tiene también una larga tradición. De ella forman parte el estoicismo<br />
o el epicureismo entre los antiguos, y el pragmatismo idealista o el materialismo<br />
(en cuanto «filosofía de la praxis») en la época moderna.<br />
El fundamento ontológico de la concepción práctica de la Idea de <strong>persona</strong><br />
incluye también, desde luego, una reinterpretación, en el sentido de la praxis, de<br />
las mismas facultades cognoscitivas del homo sapiens. El fundamento de esta reinterpretación<br />
es la redefinición del concepto de verdad, fuera de la línea del adecuacionismo<br />
especulativo, y dentro de la tradición ajustada al principio del verum<br />
estfactum, la tradición del operacionismo y del constructivismo que postula el carácter<br />
originario del homofaber. A partir de estos fundamentos podría comenzar<br />
a cobrar sentido el planteamiento del proceso de transformación del hombre en<br />
<strong>persona</strong> como un proceso que sólo puede tener lugar a través de un largo y sinuoso<br />
curso evolutivo, histórico-dialéctico, que nada tiene que ver con un acto de<br />
creación o con un fenómeno de emergencia.<br />
Es a partir de los hombres concebidos como animales operatorios, en tanto<br />
que van socialmente construyendo la arquitectura de múltiples suhmundos-entorno<br />
diferentes, opuestos entre sí, a partir de donde podrá comenzar a entenderse la posibilidad<br />
de una segregación del mundo-entorno global. Un «mundo global» que<br />
no hay por qué hacer equivalente a un «mundo total» (que es puramente metafísico),<br />
con el cual los hombres pudieran «enfrentarse». Partiríamos de los «hombres» que,<br />
desde su «mundo», pueden ponerse frente a los mundos de otros grupos humanos,<br />
destruyéndose mutuamente al menos de modo parcial; o reabsorbiendo, también<br />
parcialmente, en un proceso recurrente e indefinido (ilimitado), y no por ello necesariamente<br />
progresivo (en el sentido de la idea spenceriana del progreso indefinido).<br />
4. La transcendentalidad positiva de la <strong>persona</strong> humana implica la pluralidad<br />
de <strong>persona</strong>s y su heterogeneidad.<br />
Por este motivo la transcendentalidad de la <strong>persona</strong> humana no la entenderemos<br />
como una propiedad que pueda atribuirse al hombre en virtud de su «naturaleza»,<br />
sino como característica resultante de un proceso histórico cultural. Un proceso<br />
que, por tanto, podrá ser considerado tanto en la perspectiva del progressus<br />
(del hombre a la <strong>persona</strong>) como en la perspectiva del regressus (de la <strong>persona</strong> al<br />
hombre). El sentido de este proceso histórico, a través del cual el «Hombre» se transforma,<br />
por anamorfosis, en «Persona», podría ser analizado desde muy diversos<br />
puntos de vista. Por ejemplo, desde el punto de vista de la idea de «institución».<br />
La <strong>persona</strong> humana, en efecto, puede ser considerada como una «institución»<br />
en virtud de la cual un individuo, hijo de hombres, es declarado sujeto de derechos<br />
y obligaciones, por tanto, es declarado como «digno de respeto», en función<br />
de la responsabilidad que le otorga la propia institución. Desde este punto de vista<br />
parecerán desorbitadas (cuasi metafísicas) ciertas fórmulas muy extendidas según<br />
las cuales la <strong>persona</strong> es una entidad absoluta que se manifiesta como tal en el momento<br />
en que es considerada como siendo realmente un fin y no un medio. Estas<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996