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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. V 161<br />

nifestación de una libertad absoluta. No es propiamente una idea polarizada en<br />

tomo al hombre; es más bien el hombre quien tiende hacia la <strong>persona</strong>. Pues no todos<br />

los hombres son propiamente <strong>persona</strong>s, sino que solamente algunos, en su<br />

«gélida soledad», alcanzan la <strong>persona</strong>lidad humana.<br />

Sin embargo, la versión del suprematismo más extendida en Occidente, en<br />

la época del colonialismo anterior a las dos guerras mundiales, acaso hubiera que<br />

verla en la concepción de la «sociedad civil de propietarios», que se autoconcibe,<br />

en los diversos Estados del «mundo civilizado», como la única y verdadera «sociedad<br />

de <strong>persona</strong>s libres». La diferencia entre esta idea de <strong>persona</strong> y la idea bolista<br />

reside justamente en los parámetros de totalización de la sociedad. Mientras<br />

el holismo concibe a la sociedad como organizada gracias al «Estado total», el suprematismo<br />

concibe a la sociedad como conjunción de las <strong>persona</strong>s individuales<br />

soberanas, monádicas, que se encuentran sin embargo armónicamente codeterminadas<br />

por la «mano oculta» del mercado, según la expresión de Adam Smith,<br />

tan próxima al monadismo leibniciano. La distinción entre «griegos» y «bárbaros»,<br />

sin embargo subsiste, aunque revistiendo la forma de una distinción entre<br />

«ciudadanos propietarios civilizados» y «nativos de las colonias», o incluso «miembros<br />

de la clase trabajadora» (cuya cantidad hacía depender David Ricardo del<br />

trigo); una clase considerada, por el «darwinismo social», como una raza inferior,<br />

cuyos elementos habrían sido vencidos y destituidos, por «decantación de la historia»,<br />

de la condición de sujetos plenos de derechos, salvo el derecho de vender<br />

su propia fuerza de trabajo.<br />

13. La idea espiritualista de <strong>persona</strong>.<br />

La idea espiritualista de <strong>persona</strong>, que corresponde al cuadro (8) de la tabla,<br />

es la idea tradicional del cristianismo medieval, tal como se expresa en el tomismo.<br />

También es la idea de <strong>persona</strong> implícita en el sistema de las mónadas de Leibniz,<br />

cuya profunda continuidad con el tomismo ha sido algunas veces señalada. La<br />

idea de <strong>persona</strong> va referida ahora, ante todo, a una sustancia espiritual de naturaleza<br />

racional, lo que permite que cada una de estas sustancias «refleje», de algún<br />

modo, a todas las demás partes del universo y, por tanto, especialmente, a todas<br />

las demás <strong>persona</strong>s. Es cierto que una sustancia espiritual (en la ontología<br />

tomista) no puede aparecer por evolución, sino sólo por creación (el esplritualismo<br />

rechazará el traducianismo); pero no puede concluirse por ello que la <strong>persona</strong><br />

humana no pueda ser entendida por el espiritualismo desde una perspectiva<br />

evolutiva, dado que ésta podría ser aplicada, si no ya al proceso de aparición por<br />

creación, sí al proceso de desarrollo biográfico o histórico que comporta, en términos<br />

teológicos, pecado y reconciliación, salida del Paraíso, venida de Cristo,<br />

expansión de la Iglesia, &c. La visión «evolutiva» de la <strong>persona</strong> se verá además<br />

favorecida por la concepción de la sustancia espiritual que es la <strong>persona</strong> como sustancia<br />

que puede ser incompleta y, por tanto, necesitada de una «individuación<br />

por la materia» (los espíritus puros de las <strong>persona</strong>s angélicas son sustancias com-<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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