Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. X 191<br />
tivos. En nombre de la Fraternidad -o, si se prefiere, con la Fraternidad cerrando<br />
la tema revolucionaria- comenzó a funcionar sin descanso la guillotina, en la época<br />
del Terror, a la manera como, precisamente en nombre de la Caridad, ardieron sin<br />
descanso las hogueras de la Inquisición. Todavía en 24 de agosto de 1719, durante<br />
la ejecución, en Logroño, de una sentencia de quemado vivo, frailes de la Orden<br />
del Seráfico Padre, junto con otros frailes dominicos que maniobraban en el tablado,<br />
«abrasados del amor de Dios y conversión de aquella alma», como dice el<br />
acta de la sesión, ayudaron a bien morir al desgraciado judío.<br />
Ahora bien, sin perjuicio de estas afinidades funcionales, nadie negará la gran<br />
distancia que media entre las tres virtudes teologales y los tres principios revolucionarios,<br />
al menos en el plano de la teoría. Pues la teoría teológica enseñaba que<br />
las virtudes teologales, aun siendo realmente distintas (o, por lo menos, con una<br />
distinción modal) de los dones del Espíritu Santo, seguían siendo virtudes sobrenaturales;<br />
aunque llegasen a formar parte de la sustancia misma de los hombres<br />
(por lo menos, no eran meros accidentes aristotélicos), procedían de arriba, de la<br />
Gracia divina (un racionalista traduciría: Las virtudes teologales no se concebían<br />
como tendencias naturales, sino como hábitos culturales). Pero las palabras revolucionarias,<br />
según la teoría más generalizada entre los filósofos de la Ilustración,<br />
expresaban, desde luego, la misma naturaleza humana y representaban los<br />
principios de los derechos naturales del hombre... y del ciudadano. La distancia<br />
entre las virtudes teologales y los principios naturales de la Revolución nos manifiesta,<br />
por lo tanto, y por lo menos, la distancia, medida en el plano teorético,<br />
entre el Antiguo Régimen -un Régimen inspirado siempre, más o menos, por el<br />
«agustinismo político»- y el Nuevo Régimen alumbrado por la Gran Revolución.<br />
2. Los tres principios de la revolución política y los tres axiomas de la revolución<br />
científica.<br />
Desde el momento en que se reconoce que las «tres palabras» sirven, al menos<br />
en el plano teorético (en el plano de la teoría, acaso puramente ideológica)<br />
para marcar las distancias entre el Antiguo y el Nuevo Régimen, difícilmente podrá<br />
seguirse manteniendo la tesis de una conexión meramente extema, «por contigüidad»,<br />
entre las tres palabras y las corrientes de fondo de la Gran Revolución.<br />
Porque, por lo menos, estas tres palabras tendrán que reconocerse implicadas en<br />
la propia teoría que la Revolución tuvo que ir formándose acerca de su propia proceso,<br />
para poder configurarse como tal. Y estaban de hecho implicadas en las<br />
Asambleas, en las Leyes, en las Constituciones políticas. Decir que esas Asambleas,<br />
esas Leyes o Constituciones son «superestructurales» no viene al caso,<br />
puesto que estamos hablando de la figura histórica de la Revolución francesa, independientemente<br />
de si esta figura se dibuja o no en el plano de la «superestructura».<br />
No planteamos, por tanto, la cuestión como una cuestión sobre la naturaleza<br />
de la conexión entre las «tres palabras» (como momentos de la superestructura,<br />
junto con las leyes y las constituciones) y la supuesta «realidad de fondo», sino<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996