Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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198 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />
De otro modo: el alcance revolucionario de un determinado sistema de axiomas,<br />
sólo podrá medirse, no por la mera consideración de los parámetros y escalas<br />
de variabilidad a través de los cuales él se desarrolla, sino principalmente por<br />
la consideración de los parámetros y escalas que se están abandonando (sin contar,<br />
por supuesto, a los otros sistemas de axiomas). Por ejemplo, y refiriéndonos<br />
siempre a la Gran Revolución, diremos que el axioma de la libertad fue revolucionario,<br />
no tanto por proclamar la libertad humana en un plano metafísico (los<br />
teólogos del Antiguo Régimen ya la habían proclamado repetidas veces; quienes<br />
la ponían seriamente en duda eran los filósofos), sino por las negaciones de otras<br />
libertades que el axioma revolucionario comportaba (por ejemplo, la libertad de<br />
acción de la nobleza contra la libertad del poder absoluto real, de la opresión).<br />
También la igualdad había sido proclamada múltiples veces; pero declarar iguales<br />
a los ciudadanos «activos» entre sí, ¿no es tanto como negar la igualdad, en su<br />
sentido político, a los ciudadanos «pasivos»? Declarar iguales a todos los hombres,<br />
en la medida en que lleguen a tener una civilización común -o por lo menos,<br />
culturas compatibles, puesto que es un simple error decir que todas las culturas<br />
lo son- ¿no es tanto como borrar los «círculos de semejanza», o de igualdad,<br />
constituidos por las culturas «inferiores»? La fraternidad, extendida a todos los<br />
hombres, es decir, lo que se llamó la «filantropía» ¿no niega la fraternidad en<br />
Cristo, la caridad? Así como recíprocamente, la caridad en Cristo ¿no es la negación<br />
de la filantropía?<br />
En resolución: el juego de los axiomas revolucionarios no tiene fuerza suficiente<br />
para controlar los cambios de parámetros y de variables de los mismos y el<br />
curso de los acontecimientos históricos, determinados directa o indirectamente por<br />
los principios de la Revolución francesa -Libertad, Igualdad y Fraternidad-, así lo<br />
demostró. ¿Concluiremos, por tanto, que los Principios de la Revolución son una<br />
mera utopía y que lo mejor que podemos hacer es olvidamos de ellos? No, nosotros,<br />
al menos, no concluiremos de este modo. No vemos la posibilidad de prescindir<br />
de los principios de la Gran Revolución, como tampoco podemos prescindir<br />
ya de los principios de la Mecánica. Y sin que, para ello, tengamos necesidad<br />
de defender la utopía. La utopía es irracional; por tanto, defenderla es, desde el<br />
punto de vista de la razón, indecente. Pero los axiomas revolucionarios son, como<br />
hemos pretendido mostrar, cualquier cosa menos utópicos. Lejos de ser irrealizables,<br />
ellos se realizan en las situaciones más diversas. Sólo que estas situaciones<br />
suelen ser incompatibles entre sí. Y reconocer esto es tanto como decir que, por su<br />
formalismo, ellos no garantizan nada por sí mismos y que las decisiones importantes<br />
se incuban en el terreno de las materialidades positivas. Pero estas materialidades,<br />
a su vez, necesitan ser tratadas por medio de los axiomas revolucionarios.<br />
Ahora bien: sabemos que los tres principios de la Mecánica clásica se han<br />
incorporado, en nuestro siglo, a la Revolución cuántica y relativista. ¿Quién se<br />
atrevería a decir hoy -una vez que el curso de los acontecimientos históricos a los<br />
que dio lugar la Revolución de Octubre ha depurado las pretensiones «científicas»<br />
del marxismo real- que existe una nueva «teoría de la relatividad política»<br />
que haya incorporado los axiomas de la Revolución francesa?<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996