Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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216 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />
que llamamos subgenérica, es decir, mediante la mera reiteración del concepto<br />
genérico zoológico de la muerte individual a la especie del animal humano. La<br />
muerte atraviesa así a los hombres y a los animales y se mantiene «entre dos aguas»,<br />
como el dolor, al que se refería la sentencia de Nietzsche: «el dolor hace cantar a<br />
los poetas y cacarear a las gallinas.»<br />
Ahora bien, si la muerte humana puede alcanzar algún significado específico<br />
antropológico, será en la medida en que ella, aun afectando desde luego a la individualidad<br />
humana (pues en otro caso, la definición positiva de la transformación<br />
mortal estaría fuera de lugar) no se mantiene en el recinto de esa individualidad,<br />
sino que la transciende, produciendo efectos específicos en alguna estructura humana<br />
fundamental de la que pueda afirmarse que está vinculada de modo interno<br />
con la propia individualidad orgánica humana. Así planteada la cuestión es obvio<br />
que caben diversas alternativas y, sobre todo, muy diferentes terminologías. Nosotros<br />
vamos aquí a atenemos, por de pronto, a la distinción tradicional entre individuo<br />
y <strong>persona</strong>, establecida a través de los intensos debates teológicos en tomo<br />
a la individualidad y a la <strong>persona</strong>lidad de Cristo que culminaron en los Concilios<br />
de Nicea y de Éfeso y que cristalizó en la consabida definición filosófica de <strong>persona</strong><br />
debida a Boecio: naturae rationalis individua substantia. Desde luego, no podemos<br />
mantener el conjunto de presupuestos metafísicos y teológicos que envuelven<br />
a la distinción de Boecio, en particular, la concepción de la naturaleza de la<br />
racionalidad como ligada a un alma espiritual que, aunque sirva para diferenciar al<br />
hombre de los animales, sin embargo, en principio, no serviría para diferenciar al<br />
hombre de las <strong>persona</strong>s espirituales, angélicas o divinas, con las dificultades que<br />
ello entraña en cuanto a los problemas de la individuación. En el contexto de la<br />
cuestión presente, lo que nos importa es diferenciar la individualidad orgánica humana<br />
(zoológica, genérica) de la <strong>persona</strong>lidad humana, sin entrar en los problemas<br />
de la diferenciación ulterior entre la <strong>persona</strong> humana y posibles <strong>persona</strong>s no<br />
humanas pero que, en todo caso, desde perspectivas racionalistas, no podríamos<br />
concebir como incorpóreas (en contra de Boecio). La <strong>persona</strong>lidad humana no se<br />
identifica con la individualidad humana, ni intensional ni extensionalmente. Todas<br />
las <strong>persona</strong>s humanas son hombres, sin duda, pero no todos los individuos de la<br />
especie homo sapiens sapiens son <strong>persona</strong>s: por ejemplo, nadie habla de la <strong>persona</strong><br />
de las cavernas, o de la <strong>persona</strong> de Neanderthal, pero sí del hombre de las cavernas<br />
o de Neanderthal. Para decirlo de otro modo y rápidamente: \& <strong>persona</strong> es una<br />
categoría que aparece en la escala histórica y no prehistórica. Y esta distinción<br />
-nos permitimos advertir- tiene una incidencia inmediata en la cuestión de la eutanasia,<br />
dada la proclividad de muchos autores a invocar instituciones o costumbres<br />
{mores) de diferentes círculos culturales en las cuales se contienen prácticas<br />
de eutanasia pasiva o activa (aunque esta distinción, en el terreno etnológico sea<br />
más bien etic que emic): los esquimales, por ejemplo, se recuerda con frecuencia,<br />
dejan a los ancianos en medio de los hielos del poblado, con un poco de alimento,<br />
sin que sepamos determinar bien si esta institución es una eutanasia pasiva o más<br />
bien una eutanasia activa indirecta. El «despenador» de algunos pueblos iberoamericanos<br />
(indios huichales de Méjico, puelches de Argentina, nativos del Puno<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996