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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. IV ¡41<br />

IV. Planteamiento del problema filosófico de la <strong>persona</strong> humana.<br />

1. La idea de <strong>persona</strong> no puede ser construida por yuxtaposición de los resultados<br />

obtenidos en las diferentes ciencias categoriales que la analizan.<br />

Si entendemos la filosofía como un saber de segundo grado, es decir, como<br />

un saber que se apoya sobre otros saberes previos (ya sea para coordinarlos o incorporarlos<br />

a un sistema, ya sea para «triturarlos», en todo o en parte), en este<br />

caso, los saberes mundanos o científicos sobre la <strong>persona</strong>lidad, entonces los problemas<br />

filosóficos que suscita la <strong>persona</strong> humana no los plantearemos como cuestiones<br />

que supuestamente fuesen presentadas por la realidad inmediata (moral, social,<br />

&c.) de las <strong>persona</strong>s a la conciencia filosófica (por ejemplo fingiendo un<br />

asombro ante la existencia de las <strong>persona</strong>s que moviese a preguntar: «¿por qué<br />

existen <strong>persona</strong>s y no más bien nada?»). Los plantearemos inmediatamente como<br />

cuestiones resultantes de la concurrencia misma de los tratamientos positivos, biológicos,<br />

antropológicos, históricos, morales, jurídicos o religiosos, en tanto que<br />

esos tratamientos no son meramente yuxtaponibles o «integrables». Pues no cabe<br />

dar como algo evidente que todos estos tratamientos se refieran simplemente a aspectos<br />

parciales de una realidad total, la <strong>persona</strong> humana, que o bien se considera<br />

dada de antemano, o bien se considera resultante de la «integración armónica» de<br />

todos ellos. Cada uno de los tratamientos particulares -particulares desde el punto<br />

de vista metodológico- o al menos, muchos de ellos, pretende constituir el único<br />

o al menos el más profundo camino para penetrar en el mismo núcleo de la <strong>persona</strong>lidad.<br />

De manera que un tratamiento que es llamado parcial sólo porque aparece<br />

conjuntado con otras metodologías, acaso pretende ser el tratamiento fundamental<br />

y, en este sentido, total, por cuanto los demás tratamientos le habrían de<br />

quedar subordinados. Así, el psicólogo suele sobrentender que los aspectos jurídicos,<br />

sociales e incluso religiosos de la <strong>persona</strong>lidad, o tienen un fundamento psicológico<br />

o, por lo menos, se mantienen en un plano «superficial» respecto de los<br />

lugares explorados por la «Psicología profunda». Y otro tanto, mutatis mutandis,<br />

sobrentenderá el etólogo: las claves del comportamiento de la <strong>persona</strong> humana<br />

habrá que buscarlas en las leyes generales del comportamiento animal, y por ello<br />

las ratas podrían tomarse como modelos de comportamiento humano, incluyendo<br />

su comportamiento social. Se subrayará cómo las ratas, tal como las describe K.<br />

Lorenz, apoyándose en las investigaciones de F. Steiniger sobre ratas pardas y de<br />

I. Eibesfeldt con ratas comunes, se organizan en superfamilias, unidas por la descendencia<br />

y el olor al nido; como animales territoriales, libran batallas a muerte<br />

disputándose el territorio patrio; cada rata es detectada por el grupo en su individualidad<br />

(como si fuese una «<strong>persona</strong>»).<br />

Por su parte, el historiador de la cultura o de las religiones nos advertirá que<br />

la idea de <strong>persona</strong> conformada en las sociedades cristianas mediterráneas del siglo<br />

IV no es posible encontrarla, por ejemplo, en las sociedades del valle del Indo<br />

de la misma época, y que acaso en estas sociedades (mucho menos en aquellas<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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