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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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190 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />

nana. Pero ¿sólo por contigüidad? Sólo, dirán los más escépticos -y ya es bastante-.<br />

Presupondrán que esta fórmula es algo así como una superestructura ideológica, sobreañadida<br />

a las corrientes sociales y políticas «de fondo». No negarán la utilidad que<br />

la fórmula pudo tener, o aún tiene, para servicios complementarios: «marcar el paso»,<br />

en su condición de endecasflabo, a los más solemnes discursos parlamentarios, servir<br />

de tema de inspiración para las regulares disertaciones de Liceo, que contribuyen eficazmente<br />

a moldear la conciencia nacional republicana. ¿Por qué exigir más de ella?<br />

Pero, aun concediendo que así sea, siempre habrá que explicar su razón de<br />

ser. ¿Por qué esas tres palabras yuxtapuestas, con una «y» completiva, que parece<br />

indicar que «el recorrido ha terminado», y no otras? ¿Por qué tres, y no cinco o<br />

siete? ¿Por qué ese orden -si es que él tiene un significado distinto del estrictamente<br />

sintagmático- y no algún otro? ¿No habría que poner primero a la Fraternidad,<br />

y sólo después a la Igualdad y a la Libertad? O bien, ¿acaso no sería la<br />

Igualdad aquello que debiera ir por delante?<br />

Pero lo cierto es que el orden está dado, y ese orden sintagmático, que es un<br />

hecho, debe tener sus causas, aunque éstas sean extrínsecas, es decir, no vinculadas<br />

intrínsecamente a los significados expresados por la «fórmula revolucionaria».<br />

Como tales causas extrínsecas, capaces de actuar por contigüidad, como<br />

«moldes sintagmáticos», cabría citar a ciertas fórmulas trinitarias de nuestra tradición<br />

indoeuropea. O, para no ir tan lejos, a las fórmulas ternarias que, en la Europa<br />

medieval, definían, no ya tanto la Vida divina (Padre, Hijo y Espíritu Santo,<br />

«que del Padre y del Hijo procede»), pero sí a la vida humana sobre la Tierra, al<br />

menos cuando esta vida estaba inspirada por la Gracia de Dios, y principalmente<br />

a la fórmula de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.<br />

No es fácil, por otra parte, encontrar correspondencias inmediatas de significado<br />

entre la Fe y la Esperanza, de un lado, y la Libertad y la Igualdad, del otro.<br />

Pero tampoco es difícil percibir la afinidad entre la Caridad y la Fraternidad, afinidad<br />

que ya sería suficiente para dejar probado que la trinidad «feudal» -Fe, Esperanza<br />

y Caridad- y la trinidad «revolucionaria» -Libertad, Igualdad y Fraternidad-<br />

tienen una referencia significativa práctica común. Por lo demás, la afinidad<br />

entre Caridad y Fraternidad no sólo se mantiene en el plano de los significados<br />

abstractos, por ejemplo, en el plano de su oposición contraria (contraria sunt circa<br />

eadem) tantas veces señalada, la oposición entre la Caridad y la Filantropía (como<br />

forma más elevada de la Fraternidad). Podríamos también alegar, puesto que estamos<br />

hablando de palabras, que la palabra «fraternidad» -la palabra más próxima<br />

a los franciscanos, a \osfraticelli- fue la última llegada a la tema revolucionaria.<br />

En la Declaración de Derechos de agosto de 1789, como poco antes en la Declaración<br />

de Virginia, de 1776, solamente figuraban las dos primeras palabras: «Libertad»<br />

e «Igualdad»; si la <strong>tercera</strong> palabra, la «Fraternidad», se incorporó a la fórmula,<br />

en junio del 93, fue precisamente por iniciativa del Club de los Franciscanos<br />

(los cordeliers), y no es probable que la incorporación hubiera tenido como objetivo<br />

principal lograr que el endecasílabo no quedase cojo.<br />

La afinidad entre la Caridad y la Fraternidad se hace mucho más visible cuando<br />

nos detenemos en las analogías de sus servicios pragmáticos, funcionales, respec-<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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