Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. XI 201<br />
muerte digna», ¿qué se quiere decir? O se pide el principio, o es mera retórica: pues<br />
muerte digna no es sólo muerte sin sufrimiento. Entre los soldados pnisianos tener<br />
derecho a una muerte digna significaba por ejemplo tener derecho a ser fusilado<br />
con honores ceremoniales, al margen del placer o del dolor que se experimentase.<br />
Una muerte indigna sería una muerte en la horca, incluso con anestesia previa. Y.<br />
sin embargo, circula en España la frase: «Eres más orgulloso que Don Rodrigo en<br />
la horca.» Parece que don Rodrigo Calderón no perdió su dignidad cuando subió<br />
al cadalso, en Madrid, por orden del Conde Duque de Olivares.<br />
-thanatos traducido por «muerte», si resulta ser un concepto sencillo lo es<br />
sólo después de haber impugnado una serie de ideas aún vigentes de índole religiosa,<br />
pero también filosófica o biológica &c., que son indisociables y correlativas,<br />
como el anverso del reverso, de la idea nada sencilla de la Vida. Y esto bastaría<br />
para reconocer que «muerte» no es un concepto sencillo, desde el momento<br />
en que su simplificación requiere una reducción de conceptos muy complejos. En<br />
el último capítulo de su gran obra, después de afirmar que Don Quijote «entregó<br />
su alma a Dios», explica Cervantes: «quiero decir, que se murió.» Esta explicación<br />
sugiere que Cervantes (¿acaso con mentalidad «epicúrea»?) no creía en la<br />
supervivencia del alma; sin embargo, no podemos olvidar que los cartesianos más<br />
espiritualistas tampoco definían la muerte como algo que tuviese que ver con la<br />
«entrega del espíritu», con la separación del alma y del cuerpo, porque el alma<br />
-decían- se marcha del cuerpo cuando éste muere, a la manera como nos desprendemos<br />
de un traje cuando está ya demasiado usado. La idea de muerte, aún<br />
en el sentido epicúreo, necesita, entre otros términos, la confrontación dialéctica<br />
con la idea de muerte en el sentido cartesiano y en cualquier otro «solvente», y<br />
esto es cualquier cosa menos una tarea sencilla.<br />
-buena muerte, eutanasia, no podrá dejar de ser, no ya por la oscuridad de<br />
sus componentes, sino también por su misma composición, un concepto totalmente<br />
oscuro y problemático. La composición de esos elementos puede, en efecto,<br />
considerarse desde el punto de vista de la «estructura» o resultado de esa composición,<br />
o bien, desde el punto de vista de su origen (de su génesis).<br />
Ateniéndonos a la «estructura»: ¿cómo pueden mantenerse reunidos, o dentro<br />
de qué condiciones, los conceptos de «bueno» y de «muerte». Pues, ¿acaso la<br />
muerte puede llamarse buena en alguna circunstancia? ¿no es siempre mala? Más<br />
aún: ¿no es la muerte, con su siniestra guadaña, el símbolo mismo del mal? Buena<br />
muerte, eutanasia, ¿no es algo así como «círculo cuadrado»? Es cierto que desde<br />
algunos supuestos biológicos podrá decirse que la «muerte natural» es una muerte<br />
normal o buena, y que sólo la muerte violenta (por accidente, por asesinato, por<br />
ejecución) podría ser llamada objetivamente «distanasia». Pero, ¿cuál es el criterio<br />
de lo que no es natural? Por ejemplo, es natural una enfermedad infecciosa?<br />
Lo natural no es lo normal estadístico, porque la norma cambia con el mismo nivel<br />
histórico de la vida; y se sabe que muchos biólogos sostienen que incluso los<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996