Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. IV 143<br />
mente determinaciones «oblicuas». La función de una filosofía dialéctica de la<br />
<strong>persona</strong> incluye además la necesidad de constatar los problemas derivados de la<br />
inconmensurabilidad, en el terreno de los fenómenos, de las diferentes Ideas de<br />
Persona, o de sus homologas y la Idea de Hombre, de los diferentes tratamientos<br />
de la Idea de Persona. Y podrá «tomar partido», justificadamente, siempre que<br />
desde el partido que haya tomado pueda darse cuenta de las otras partes y de las<br />
correspondientes concepciones alternativas asociadas a esas otras partes.<br />
3. La construcción filosófica de la idea de <strong>persona</strong> ha de hacerse en función<br />
de los individuos humanos.<br />
Ahora bien, si los tratamientos científicos de los diferentes estratos constitutivos<br />
de las realidades humanas <strong>persona</strong>les son mutuamente inconmensurables, esto<br />
es debido a la misma complejidad de esas realidades, en tanto ellas resultan de la<br />
intersección o confluencia de corrientes y estructuras genéricas muy diversas. Entre<br />
éstas hay que incluir principalmente a esas realidades a las que antes nos hemos<br />
referido con los nombres de individuo y de <strong>persona</strong>. Pues tanto los individuos -y<br />
por supuesto, los individuos humanos- como las <strong>persona</strong>s pueden entenderse como<br />
estructuras haciéndose en procesos confluyentes, pero no pre-determinados.<br />
La idea general de <strong>persona</strong>, al menos en la tradición teológico-filosófica, no<br />
implica al individuo (Averroes o Santo Tomás, por ejemplo, aunque atribuían<br />
«<strong>persona</strong>lidad» a las «substancias separadas» -a los ángeles- no podían reconocerles<br />
la individualidad: las substancias separadas, los ángeles, se entendían como<br />
especies únicas, pero no como individuos; Max Scheler decía que la <strong>persona</strong> es<br />
el soporte de los valores morales, pero no es un Ego individual: Dios, que es <strong>persona</strong>,<br />
no es un yo, pues para Él no existe ni un tú ni un mundo extemo). Tampoco<br />
el individuo implica la <strong>persona</strong>lidad: también las células (según la teoría de los<br />
genes selectivos de A. García Bellido) o los organismos pluricelulares, incluso en<br />
niveles taxonómicos muy bajos, no ya en el caso de las ratas o de los chimpancés,<br />
son individuos.<br />
En cambio la <strong>persona</strong> humana sí que implica los individuos humanos, aunque<br />
no es evidente que la recíproca pueda aceptarse como inmediata. Como hemos<br />
observado anteriormente, decimos «hombre de Neanderthal» u «hombre de<br />
las cavernas», pero no decimos «<strong>persona</strong> de Neanderthal» o «<strong>persona</strong> de las cavernas»;<br />
y esto es debido, sin duda, a que la idea de <strong>persona</strong> aparece sólo en un<br />
horizonte histórico (en el que las relaciones religiosas primarias y secundarias<br />
de los hombres con los animales hayan dejado paso a las relaciones propias de las<br />
religiones terciarias, a través de las cuales el hombre actúa ya como «señor de los<br />
animales»), pero se desdibuja al pasar a un horizonte meramente prehistórico o<br />
antropológico. (Para los conceptos de religión primaria, secundaria y terciaria remitimos<br />
a nuestro libro: El animal divino, 2' edición, Pentalfa, Oviedo 1996, págs.<br />
229-294.) Es cierto que, a finales del siglo xx -es decir, en una época indudablemente<br />
histórica- decimos, por definición (por convención), que los seis mil mi-<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996