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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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72 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />

2. Diversos modos de cumplimiento del «postulado de transcendentalidad».<br />

Las seis ideas distinguidas en la tabla de la sección precedente son, todas<br />

ellas, ideas que pueden ser consideradas como transcendentales, por relación a las<br />

categorías psicológicas, biológicas o económicas. En consecuencia, cada una de<br />

ellas podría ponerse en correspondencia con alguna teoría filosófica de la <strong>persona</strong>.<br />

Pero estas ideas de <strong>persona</strong> son incompatibles entre sí. ¿Que consecuencias podemos<br />

extraer de esta situación dialéctica en una exposición general sobre la idea<br />

de <strong>persona</strong>?<br />

El reconocimiento del significado transcendental de la idea de <strong>persona</strong> procede<br />

de la filosofía escolástica cristiana, y ha sido recogido por la filosofía idealista,<br />

en particular, por la filosofía de Kant, que habla de una «idea cósmica» de<br />

<strong>persona</strong> y se preocupa no sólo del análisis de las relaciones institucionales que tienen<br />

lugar en una sociedad de <strong>persona</strong>s, sino también del análisis de las relaciones<br />

de las <strong>persona</strong>s con el «Mundo». La doctrina kantiana de la apercepción transcendental<br />

lleva aneja, por su parte, la crítica a la sustancialidad del ego y la crítica<br />

a los «paralogismos de la <strong>persona</strong>lidad». En suma, el desarrollo de la Idea de<br />

Persona, en la Crítica de la razón práctica, nos la muestra como Idea coordinada<br />

con las ideas de Mundo y de Dios; una correlación que, en nuestro siglo, ha vuelto<br />

a ser reclamada por Max Scheler en el último capítulo de su célebre obra El puesto<br />

del hombre en el cosmos, de 1928.<br />

La filosofía tradicional, de cuño realista y sustancialista, asigna también a la<br />

<strong>persona</strong> humana un horizonte transcendental. En efecto, a la categoría genérica<br />

de la sustancia incorporada a la definición de <strong>persona</strong>, se acoplaron características<br />

específicas de la sustancia humana, tales que estaban llamadas a desbordar<br />

ampliamente el género, e incluso a comprometer su función. Por lo menos, obligaban,<br />

para mantenerla, a realizar un ajuste completamente ad hoc, que giró en<br />

tomo a la reivindicación de la .antigua idea griega de microcosmos. Mientras que<br />

Anaxágoras utilizó esta idea para definir a cualquier parte del Universo, los platónicos<br />

la utilizaron en cambio como característica del alma humana («la forma<br />

que es el lugar de todas las formas»). Protágoras, como hemos dicho, había atribuido<br />

al hombre las prerrogativas que Anaxágoras atribuía al Nous: ser la medida<br />

de todas las cosas. Aristóteles expresó, dentro de sus coordenadas, una concepción<br />

muy semejante, diciendo que el entendimiento humano ha de concebirse<br />

«como algo que tiene en potencia todas las formas»: de hecho, Aristóteles atribuye<br />

al entendimiento humano aquello que Anaxágoras atribuía al Nous, a saber,<br />

el estar sin mezcla; el entendimiento humano no puede tener naturaleza alguna<br />

propia, aparte de su misma potencialidad (Aristóteles, De anima, libro m, cap. iv).<br />

Esta caracterización, en realidad transcendental, del alma humana (una caracterización<br />

que resulta de aplicarle la idea del Nous de Anaxágoras), se transferirá<br />

a la idea de <strong>persona</strong>, a través de la teología trinitaria, por obra de San Agustín<br />

y de Boecio. Boecio defmió la <strong>persona</strong> precisamente a partir de su entendimiento<br />

o de su razón; pero ni el entendimiento, ni la razón, debe interpretarse, como es<br />

habitual, en el sentido meramente psicológico subjetivo. La idea transcendental<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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