Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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234 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />
que preguntar desde la perspectiva, no ya de la firmeza del enfermo sino desde la<br />
de los demás, por los motivos en virtud de los cuales se decide mantener en vida<br />
o quitársela al enfermo des<strong>persona</strong>lizado. Podría justificarse mantener en la vida<br />
al enfermo terminal irreversible no ya por motivos éticos, sino científicos (para<br />
«experimentar» biológica, psicológica o incluso sociológicamente); pero estos<br />
motivos se considerarán anti éticos, como se consideran anti éticas las vivisecciones.<br />
Podría ocurrir que la decisión en pro de la eutanasia tuviera motores económicos<br />
o bien estéticos: evitar el horror de la experiencia, no ya del sufrimiento<br />
del enfermo -suponemos que la medicina puede aliviar el dolor- sino de su aspecto,<br />
de su impacto en quienes le rodean. Acaso lo de la muerte digna tiene algún<br />
sentido, bueno o malo, pero no meramente retórico, cuando se aplica a los espectadores<br />
del enfermo (si prefieren huir del «espectáculo desagradable» y, del<br />
mismo modo que maquillan a los cadáveres, buscan también acortarse los momentos<br />
infelices).<br />
Cuando el individuo no se encuentre en situación des-<strong>persona</strong>lizada, el problema<br />
de la eutanasia puede plantearse formalmente en términos éticos. Por ejemplo,<br />
y desde nuestros supuestos, el deseo de morir, reiteradamente expresado por<br />
una <strong>persona</strong> que sufre depresión, o alguna enfermedad o lesión grave, no constituirá<br />
motivo ético suficiente para administrarle la eutanasia, pues nuestra generosidad<br />
tendría que dirigirse a restaurar su firmeza «según el dictamen de la razón».<br />
Es el mismo motivo por el cual, en situación de des<strong>persona</strong>lización irreversible,<br />
la administración de la eutanasia no puede atribuirse a la generosidad sino, a lo<br />
sumo, como hemos dicho, a la propia firmeza de quien la administra.<br />
Hay otro contexto de una gran significación ética en el que la eutanasia puede<br />
ser considerada: es el contexto en el cual la eutanasia se nos presenta como una<br />
posible alternativa a la llamada tradicionalmente «pena de muerte». Estaríamos<br />
aquí ante una de las modulaciones de la idea de eutanasia en la que se nos presentaría<br />
en la forma de un ejercicio de la virtud de la generosidad por parte de las<br />
<strong>persona</strong>s que envuelven al «responsable libre» de un crimen horrendo (remitimos<br />
a la <strong>Lectura</strong> primera, VI, 8).<br />
18. La eutanasia desde un punto de vista moral.<br />
Desde un punto de vista moral (desde el punto de vista de los mores o costumbres<br />
normadas de un grupo, una banda, una tribu, un gremio, &c.) los problemas<br />
de la eutanasia se plantean de otro modo. No son ahora las virtudes de la<br />
firmeza o de la generosidad, sino los principios de utilidad o peligrosidad que actúan<br />
en orden a la recurrencia del grupo. Estos principios muchas veces pueden<br />
ser convergentes o paralelos con los principios éticos, pero otras veces serán divergentes<br />
o estarán en conflicto con ellos. El infanticidio o el gerontocidio practicado<br />
en tantos pueblos «naturales» es una norma de su moral -«más allá del bien<br />
y del mal ético»- lo que no quiere decir que no entre en conflicto frontal con los<br />
valores éticos de las <strong>persona</strong>s de otras culturas que tomen contacto con ellos.<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996