Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. XI 229<br />
afirmar que los políticos (y, sobre todo, los representantes del poder ejecutivo)<br />
suelen razonar más por consecuencias que por principios, y ello, por imperativo<br />
de su prudencia política, mientras que los jueces, representantes del poder judicial,<br />
razonarán más por principios que por consecuencias, sobre todo en aquellas<br />
Constituciones que obligan a atenerse estrictamente a los principios establecidos<br />
por la ley. Pero todo esto no justifica la disociación de ambas metodologías cuando<br />
tratamos de profundizar en la naturaleza de la cuestión. Los principios (suponemos)<br />
no tienen una evidencia axiomática, sino que se fundan, de algún modo, en<br />
sus consecuencias; a su vez, estas consecuencias sólo alcanzan su significado pleno<br />
cuando se manifiestan a la luz de los principios. Es el tejido «circular» de las proposiciones<br />
lo que constituye el verdadero contenido de un tratamiento racional.<br />
Y este tejido se forma a partir de hilos muy diversos capaces de entramarse y anudarse<br />
en un sistema más o menos coherente, pero nunca exento. Un mínimum de<br />
sistema es imprescindible para poder proceder a un análisis razonado de las cuestiones<br />
éticas y morales implicadas en la cuestión de la eutanasia.<br />
15. El thanatos de la eutanasia, ¿es muerte o es fallecimiento?<br />
La cuestión principal que, desde nuestro «sistema mínimo» tenemos que plantear<br />
y resolver podría formularse en estos términos de aspecto meramente gramatical:<br />
«el thanatos contenido en la palabra compuesta eutanasia, ¿debe ser traducido<br />
por muerte o por fallecimiento o por ambas cosas a la vez?»<br />
Si traducimos por «muerte» -por tanto, si referimos la eutanasia al individuo-<br />
el concepto de eutanasia tiene muchas interpretaciones posibles, pero lo que<br />
resulta problemático es precisamente la calificación ética o moral cuando nos atenemos<br />
a su acepción operatoria estricta. Es la eutanasia como operación (ya sea<br />
de quien asiste a morir, ya sea con la cooperación del moriturus) aquello que constituye<br />
el problema ético, moral o jurídico. Pero si traducimos por «fallecimiento»,<br />
parece que sólo cabe atribuir un significado claro a la eutanasia -y además un significado<br />
con calificación ética, moral o estética positiva- cuando ésta se toma en<br />
su acepción operatoria y con la obligada cooperación del moriturus. Probablemente,<br />
además, el «tranquilo fallecimiento» incluye una «muerte buena» (una eutanasia<br />
en sentido ahora no operatorio) pero en todo caso la recíproca no podría<br />
ser mantenida: la muerte de un perro o de un asesino, tras una inyección letal eufórica,<br />
no implica el «tranquilo fallecimiento de la <strong>persona</strong>». Acaso el ejemplo<br />
más ajustado de «tranquilo fallecimiento de la <strong>persona</strong>» nos lo propwciona Suetonio,<br />
al final de su vida de Augusto: «El día de su muerte preguntó varias veces<br />
si la noticia de su enfermedad había producido algún tumulto en el exterior. Y habiendo<br />
pedido un espejo, se hizo arreglar el cabello para disimular el enflaquecimiento<br />
de su rostro. Cuando entraron sus amigos, les dijo:<br />
- ¿Os parece que he representado bien esta farsa de la vida?<br />
Y añadió en griego la frase con que terminan las comedias:<br />
- Si estáis contentos, aplaudid al actor.»<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996