Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> v <strong>persona</strong>. III 137<br />
cuatro temperamentos vaidna también para los organismos animales que, sin embargo,<br />
carecen de <strong>persona</strong>lidad; y otro tanto habrá que decir de las doctrinas psicológicas<br />
y etológicas, pues también cabe una caracterología animal. El carácter<br />
genérico de las concepciones biológicas o psicológicas es precisamente la raíz de<br />
las tendencias reductoras de estas metodologías, incluso cuando ellas intentan<br />
mantenerse en el terreno más próximo posible a la especificidad de las estructuras<br />
de la <strong>persona</strong>lidad humana.<br />
Por ejemplo, y reaccionando contra el biologismo intraorgánico de cuño hipocrático<br />
(que reduce la <strong>persona</strong>lidad al plano de los temperamentos físicos, análogos<br />
a los que pueden verificarse en los organismos animales) algunos psicólogos<br />
subrayan la necesidad de introducir el concepto de mundo como correlato del<br />
organismo individual, de suerte que la <strong>persona</strong> se defina, no ya a partir exclusivamente<br />
de componentes tomados del «interior» de los organismos (de sus humores<br />
o de su sistema nervioso), sino pasando a considerar la relación o interacción<br />
del sujeto con su mundo y del mundo con el sujeto. Y es cierto que la idea<br />
de <strong>persona</strong> exige desbordar los límites de la piel individual, y no tanto porque la<br />
determinación del núcleo de la <strong>persona</strong>lidad nos obligue a caminar en la dirección<br />
que conduce «hacia el interior de la piel», hacia el cogito espiritual o hacia<br />
la «conciencia subjetiva», sino acaso porque lo que nos exige es caminar en la dirección<br />
que conduce hacia su exterioridad, hacia las morfologías apotéticas constitutivas<br />
de su mundo y, en él, de las otras <strong>persona</strong>s. Lo que ocurre es que, en el<br />
momento en que este desbordamiento de la subjetividad se lleva adelante con las<br />
categorías genéricas de la psicología o de la etología, entonces necesariamente estamos<br />
también reduciendo el propio concepto de mundo a los términos de la etología<br />
o de la biología que también utiliza el concepto de mundo-entorno (¡Jmwelt).<br />
No solamente la <strong>persona</strong> se nos da en interacción con su mundo: también le ocurre<br />
esto a la vaca o la chicharra, según la famosa descripción de J. Von UexküU<br />
al principio de sus Meditaciones biológicas.<br />
Todos los vivientes dotados de sistema nervioso se dan en un «ambiente»<br />
o «mundo entorno». Pero la cuestión es no confundir unos ambientes con otros.<br />
La <strong>persona</strong>, en cuanto ser viviente, se da también en un mundo entorno; pero<br />
este mundo entorno, por anamorfosis, se habrá transformado en Mundo por antonomasia,<br />
que contiene a otras <strong>persona</strong>s, en el mundo in-finito, dotado de unicidad,<br />
que ya no admite el plural («mundos»). Por ello, mientras que a los organismos<br />
animales les corresponde una conducta, a las <strong>persona</strong>s les corresponde<br />
una praxis. Una praxis que podrá ser moral e inmoral, dado su carácter transcendental.<br />
Es imposible «moldear» a la <strong>persona</strong> en una caja -o en un aula- a la<br />
manera como se moldea la conducta de las ratas en la caja de Skinner. Y si se<br />
quieren seguir utilizando las categorías skinnerianas, apoyándose precisamente<br />
en su «ambientalismo», diremos que la «caja de Skinner», en la que una <strong>persona</strong><br />
humana puede moldearse, no puede reproducirse industrialmente, pues está<br />
dotada de unicidad; porque es el propio Mundo. Pero el Mundo, como hemos<br />
dicho, no es una caja de Skinner, entre otras cosas porque ningún sujeto puede<br />
salir con vida de él.<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996