Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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192 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de ¡a vida.<br />
como la cuestión de la naturaleza de la conexión entre las tres palabras y el conjunto<br />
del ordenamiento jurídico (incluso del ordenamiento del nuevo vocabulario)<br />
revolucionario, ya fuera este ordenamiento superestructura! o «básico».<br />
Y la cuestión se plantea porque las «tres palabras», no son propiamente «leyes»,<br />
sino más bien, declaraciones preambulares, principios de leyes. Es esto lo<br />
que nos invita a comparar las funciones que puedan corresponder a los principios<br />
revolucionarios con las funciones que corresponden a los principios de la otra gran<br />
Revolución de la época moderna, la Revolución científica e industrial, cuya «toma<br />
de la Bastilla» fue la Revolución copemicana. Una Revolución que, no sólo en el<br />
nombre, antecedió a la Revolución política. Tampoco la Revolución copemicana<br />
(como solemos llamarla desde Kant) se hizo en unas horas. Comenzó con unas<br />
nuevas teóricas revolutiones orbium, que eran tan conservadoras como lo fueron<br />
las primeras sesiones «aristocráticas» de los Estados generales. Las revoluciones<br />
copemicanas eran revoluciones de 360 grados, y, mediante ellas, los planetas volvían<br />
cíclicamente a ocupar las posiciones que ya habían ocupado anteriormente.<br />
Es cierto que cada 180 grados, todo se ponía «vuelto del revés» y en este sentido<br />
cabría ver ya en las «revoluciones conservadoras» ese componente de novedad<br />
cataclísmica que habría de contaminar, ya en los tiempos de Fontenelle o de Diderot,<br />
al propio significado de la palabra «Revolución». Pero en las revoluciones<br />
astronómicas, después de esas «vueltas del revés», todo volvía a sus cauces, a sus<br />
órbitas, todo permanecía dentro del orden constitutivo de la armonía universal.<br />
Las líneas maestras por las que se regía este orden fueron trazadas finalmente,<br />
como es bien sabido, por Newton, cuyos Principia culminaron la revolución copemicana,<br />
la Revolución mecánica efectivamente realizada (no sólo de modo intencional,<br />
como en el caso de Descartes). Ahora bien, la totalidad de la revolución<br />
newtoniana quedaba encerrada en el sistema de los tres principios de la<br />
Mecánica, principios que armmbaron a la Física aristotélica, del mismo modo que<br />
los tres principios revolucionarios armmbaron a la teoría del Antiguo Régimen.<br />
Tampoco los tres principios de Newton -el principio de la inercia, el principio de<br />
la fuerza y el principio de la acción recíproca- aparecieron de golpe, simultáneamente,<br />
como tampoco aparecieron simultáneamente los tres principios revolucionarios<br />
-la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad-. Los principios de Newton<br />
tienen una historia tan sinuosa -Bemard Cohén nos la ha contado recientementecomo<br />
puedan tenerla los principios de la Revolución francesa. Pero la realidad de<br />
esas historias no excluye que los principios, sucesivamente formulados, no puedan<br />
llegar a constituir un sistema axiomático consistente, algo más que un «arreglo»<br />
ideológico, empíricamente «falsable», como pretende un cierto creciente cretinismo<br />
lógico y político contemporáneo que conocemos con el nombre de<br />
«popperismo». Pero un sistema axiomático es una «estmctura» que pide explicaciones<br />
relativas a su «génesis lógica», y sólo esta génesis lógica podrá hacer inteligible<br />
su propia historia «empírica».<br />
La comparación entre los principios de la Revolución física y los principios<br />
de la Revolución política, se mantiene, desde luego, en el plano sintáctico-formal.<br />
Los principios son distintos de los teoremas y de los corolarios; como también<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996