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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. V 159<br />

Sol) y una ordenación de los supuestos pobladores según su inteligencia. ¿Por qué<br />

sólo habría de estar habitada la Tierra? Kant supone que la inteligencia o el espíritu<br />

de los pobladores de los astros sería tanto más ágil y sutil cuanto más ligera<br />

fuera la materia que los constituye: en los astros no habitan, por tanto, «inteligencias<br />

separadas». Por ello, los espíritus más torpes serían los de Mercurio, y los<br />

más inteligentes los de Saturno: un hotentote pasaría por un Newton ante los habitantes<br />

de Mercurio, pero Newton parecería un hotentote a los habitantes de Saturno.<br />

Los hombres pobladores de la Tierra (y aquí Kant reproduce ideas que ya<br />

había formulado Posidonio) gozaríamos de una situación intermedia.<br />

¿Cómo interpretar esta hipótesis desde la perspectiva de la concepción de la<br />

<strong>persona</strong> que estamos considerando? La cuestión principal sería esta: ¿podríamos<br />

considerar <strong>persona</strong>s a todos los (supuestos) habitantes inteligentes del sistema solar,<br />

o bien únicamente a los que ocupan los lugares más altos? Pues acaso los habitantes<br />

de Mercurio no serían <strong>persona</strong>s, sino animales, dado su bajo nivel de inteligencia;<br />

en cambio, los habitantes de Saturno serían <strong>persona</strong>s, en principio, con<br />

mayor razón que el hombre, al menos si por <strong>persona</strong> entendemos a todo «animal<br />

racional». Estos problemas no los suscita Kant explícitamente, pero están implícitos<br />

en su concepción.<br />

En cualquier caso, si los hombres se le presentan a Kant como un tipo de «pobladores<br />

inteligentes», entre otros, que viven en los planetas como consecuencia<br />

de la interna evolución de éstos, parecería que tendríamos que hablar de una visión<br />

anantrópica de la <strong>persona</strong>. Y, sin embargo, podríamos también advertir ciertos «indicios<br />

antrópicos» en la hipótesis de Kant, es decir, una tendencia a circunscribir<br />

la idea de <strong>persona</strong> al terreno de la <strong>persona</strong> humana. En efecto, podríamos subrayar<br />

la circunstancia de que el núcleo de la <strong>persona</strong>lidad parece puesto por Kant antes<br />

en características morales (la libertad) que en características intelectuales o cuasi<br />

biológicas (la racionalidad). En efecto, si Kant se inclinaba a subrayar la «situación<br />

intermedia» de los pobladores inteligentes de la Tierra, ¿no era porque buscaba<br />

antes que «testimonio anantrópico», un «indicio» (antrópico) del privilegio<br />

de la <strong>persona</strong> humana? Pues sería la situación intermedia que corresponde a los<br />

hombres como habitantes del planeta Tierra la que les daría la libertad (para el pecado);<br />

mientras que, en cambio, a los pobladores inteligentes de Júpiter, difícilmente<br />

podríamos atribuirles la capacidad de dejarse llevar por el pecado, en cuyo<br />

caso habría que «retirarles» la libertad; a los de Venus o Mercurio, en cambio, no<br />

podríamos atribuirles responsabilidad. También es cierto que la impecabilidad no<br />

sena razón suficiente para retirar la <strong>persona</strong>lidad a los supuestos habitantes del Júpiter<br />

kantiano (como tampoco los cristianos se la retiraban a los serafines o a los<br />

querubines). En cualquier caso, este gradualismo o evolucionismo (no transformista)<br />

distributivo kantiano permite subrayar la distancia y autonomía de las <strong>persona</strong>s<br />

terrestres (humanas) respecto de las <strong>persona</strong>s celestiales habitantes de los demás<br />

planetas o galaxias: el conjunto de todos los habitantes inteligentes del sistema<br />

solar no parecen constituir una «sociedad» o totalidad T de <strong>persona</strong>s, sino más bien<br />

una clase distributiva (que no excluye, en principio, que los hombres, en la Tierra,<br />

tiendan a formar una «comunidad» de tipo atributivo).<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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